martes, 22 de julio de 2008
De negro al rojo
En solo un año, el Estado ha pasado de un superávit de más de 5.000 millones de euros a un déficit de más de 4.000, el primero en tres años. Es uno de los principales indicadores de que la economía no solo se desacelera sino que se ha frenado. Lo advertíamos hace unas semanas: Menor actividad, menos impuestos. Y así ha sido. La crisis que sufren las arcas autonómicas por la caída de ingresos procedentes de la actividad inmobiliaria ha impactado de llego en las cuentas del Estado. El encarecimiento del petróleo y unos menores ingresos por el IVA y el tributo que grava los beneficios de las empresas han devuelto a los presupuestos del Estado su color rojo tradicional. El negro era transitorio. No hay nada de malo en que el Estado gaste más de lo que ingresa cuando la economía va mal. Es una forma de animarla. Pero, mucho me temo, que medidas como los 400 euros --que en realidad son 200 en junio y 33,33 cada mes entre julio y diciembre-- poco harán por aumentar la actividad y, en cambio, han reducido la hucha del Estado. Por cierto, esa suma todavía no se ha computado en la ejecución presupuestaria hasta junio. Quizás por eso el secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, Carlos Ocaña, ya admitía el pasado lunes que este año se puede cerrar el ejercicio con un déficit "moderado". Me temo que será más que moderado porque a los gastos como los 400 euros se sumarán fuertes aumentos de las partidas destinadas a cubrir el desempleo. Y cuando las cuentas no cuadran solo hay dos formas de que lo hagan: más ingresos o menos gasto. Las subidas de impuestos pueden ser un camino y advertencias como las de Bruselas en el sentido de que los carburantes y el tabaco están menos gravados en España pueden ser una excusa de gran ayuda en la actualidad para el Gobierno. Los impuestos indirectos son una posibilidad porque se notan algo menos que los directos, aunque inciden en el precio final y, por tanto, en el ánimo de los ciudadanos. En el otro lado, solo queda la posibilidad de recortar gastos corrientes, como salarios o compras de bienes y servicios, publicidad y demás porque reducir inversiones no haría más que desestimular aún más la economía. El vicepresidente económico, Pedro Solbes, tendrá que demostrar que puede cuadrar el círculo. Pronto verenos qué hace para que unas cuentas que se han teñido de rojo vuelvan al color negro o, al menos, reduzcan la intensidad de ese encarnado que tanto desánimo produce.
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