domingo, 24 de mayo de 2009

Finanzas, engaño y autoengaño

No solo el engaño es el culpable de que nos tomen el pelo con las inversiones. También lo es el autoengaño, el autoconvencimiento de que serán otros los que quedarán atrapados en la caída ya que nosotros, como somos muy listos, nos libraremos del desastre porque detectaremos unos avisos previos. Lo cierto es que esas señales se dan, pero no suelen percibirse con el tiempo suficiente para tomar decisiones y escapar del desastre.
No solo hay que acusar a los vendedores de la última debacle financiera. Eso sería demagocia, lo más fácil. Es cierto que, al vender, acentuaron únicamente los aspectos positivos del producto que pretendían comercializar. ¿Acaso no es lo que hace también los vendedores de coches o de electrodomésticos? En una época de euforia financiera --como en todas las etapas previas al estallido de una burbuja especulativa--, lo fácil es vender. Hay dinero en cantidad y miles de personas dispuestas a apostar con sus ahorros en un casino. Aun no pudiendo acusar a las entidades financieras de engañar al público, sí que se les puede culpar de no advertir de las posibilidades de pérdidas en las inversiones. Eso es lo mínimo que se puede exigir a alguien que asegura que lo primero son los clientes. Así, no les culpo de engaño, sino de aprovechar la ventaja de la información asimétrica de la que siempre disfruta el vendedor y de no asesorar --como afirman que hacen-- sino de vender, vender a toda costa aprovechando la tendencia humana al autoengaño y a emborracharse con la euforia colectiva y el miedo a ser el único que se pierde la fiesta.

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