Sin duda, como decía Winston Churchill sobre la democracia,
el capitalismo es seguramente el menos malo de los sistemas económicos. Hasta la fecha no ha habido crisis que haya podido con el modelo. Pero hoy podemos decir que está algo deteriorado. Incluso que está bastante enfermo. Como afirma el
nuevo presidente del Cercle d'Economia y catedrático de Política Económica, Antón
Costas, en los últimos años ha primado el colesterol malo sobre el bueno. Y se
ha notado en una preponderancia de las malas finanzas sobre las buenas, o sea, de
la ganancia a corto plazo y por encima de todo sobre el papel de inclusión social y
democratizador que deberían tener. (Por cierto, da gusto tener un presidente del Cercle d'Economia que
quiere implicar más a esta organización en
las cuestiones sociales). Lo cierto es que la peor versión del capitalismo
se ha abierto camino en los últimos años y nos ha conducido hasta la situación
en la que estamos. Basta con ver cómo se gestionan también muchas empresas. Muchos directivos han adormecido su conciencia y autojustifican los recortes salariales
y despidos culpabilizando a los afectados de no aceptar más flexibilidad o mayores
sacrificios, como explica el profesor Carlos Obeso ¿Acaso se aprietan ellos de igual modo el cinturón? Me temo que priorizan la ganancia a corto
plazo y el enriquecimiento personal sobre cualquier otra circunstancia. Incluso
a costa del resto y de jugar con los sobornos y la corrupción si es preciso,
como advierte el último estudio de KPMG sobre los fraudes en las empresas. El problema es que se algunos autolegitiman e incluso, en ocasiones, se creen con más derechos que los propios fundadores o propietarios y accionistas de la empresa para la que trabajan. Como ya recordé en alguna ocasión hay que distinguir bien entre directivo y empresario. No digo que unos sean buenos y otros malos, pero sí que hay que diferenciarlos. En cualquier caso, de
seguir así, y volviendo a recordar a Antón Costas, la recuperación o salida de la crisis beneficiará a tan pocos que
podríamos asistir a una verdadera explosión social. Y es que, no nos engañemos,
para que el tinglado funcione, tienen que haber ricos, pero también clases
medias con capacidad de compra y consumo y posibilidades para todos, o sea meritocracia verdadera e instituciones bien limpias y refundadas. Cuanto más
clientelismo, corrupción y sensación de que los privilegios y las ventajas y beneficios de la recuperación son para muy pocos a costa de muchos peor lo tenemos para regenerar el capitalismo y hacer del malo uno más bueno. Deberíamos recordar aquellas grandes palabras que algunos líderes pronunciaron en el momento álgido de la crisis. El entonces presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, reclamaba la refundación del capitalismo sobre unas bases éticas. Pero a la que se alejaron los riesgos empezaron a cometerse los mismos o similares errores. John Kenneth Galbraith decía que la memoria financiera no dura más de 20 años. Yo diría que incluso menos, con lo que la posibilidad de tropezar en las mismas piedras se multiplica. Los médicos-políticos deberían tenerlo en cuenta y dar un volantazo ahora que aún estamos a tiempo: el acantilado no está tan lejos.
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