Criticados, vilipendiados y denostados. Los funcionarios suelen ser objetivo de animadversión por parte de todo el mundo. Pero, no es de extrañar. Son el único colectivo que tiene garantizado el empleo de por vida. Es cierto que suelen cobrar menos que la media, pero la contrapartida de la que disfrutan es la estabilidad. Son, también, quienes mejor pueden beneficiarse de las políticas de conciliación de la vida laboral y familiar; a quienes más protegen los sindicatos por su capacidad de movilización, , quienes pueden escoger enter prestaciones sanitarias públicas o privadas o planes de pensiones complementarios sin apenas esfuerzo o quienes más carecen de incentivos o estímulos para dar un buen servicio: Por mal que lo hagan tienen garantizado el empleo. No estaría mal caminar hacia un concepto distinto del español. La propia palabra, funcionario, viene a significar algo así como una actividad meramente instrumental, sin planificación ni estrategia. Yo apostaría por la filosofía anglosajona de civil servant, es decir, servidor público o civil. No en vano los funcionarios perciben su sueldo de lo que los demás pagamos a través de los impuestos. Los políticos, muchos de ellos funcionarios, los suelen utilizar, como hacen con los jubilados, para ganar elecciones, es decir, como meros instrumentos. Igual que cuando les congelan el sueldo para demostrar que aplican la austeridad en el gasto. Temen, a la vez, tocar cualquier privilegio del colectivo, mientras que amplían la nómina pública con cargos de confianza, asesores, amigos y consejeros que, en muchos casos empiezan como temporales y que a veces acaban convertidos en nuevos contratos indefinidos, y, por tanto, intocables. Eso demuestra o que el sector público supone un buen cobijo para los amigos de quienes tienen el poder o que, a pesar de los millones de funcionarios existentes, los políticos no se fían y prefieren practicar el amiguismo o fichar a personajes de prestigio. A nadi se le escapa que la palabra funcionario irradia muchas connotaciones negativas, pese a que, como en todos los colectivos, hay persona de todo tipo. En todo caso, ya sería hora de que empezara a debatirse sobre la posibilidad de que el estatuto incomparable de estabilidad y ventajas del que disfruta el funcionariado con respecto al resto de los trabajadores fuera modificado. En resumen, no me parecería mal que cobraran más, pero que, como contrapartida, asumieran riesgos como el resto de trabajadores, entre ellos el despido, y que dispusieran de incentivos para dar un buen servicio. Para eso también tiene que cambiar la mentalidad de ese ente amorfo que se denomina Administración y la de sus principales gestores, que a veces parece disponer de vida propia o funcionar por mera inercia. Seguro que así en lugar de funcionarios contaríamos o disfrutaríamos de las ventajas de tener unos auténticos servidores públicos ¿Qué les parece?
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