lunes, 3 de noviembre de 2008

Ponerse verde

Vivimos en un planeta que está ciertamente caliente --por el cambio climático--, que es plano --por los efectos antifronteras de que genera la globalización-- y que está superpoblado; los tres elementos del último libro del periodista estadounidense Thomas Friedman (Hot, flat and crowded). Y es que las energías renovables y alternativas a las que proceden de combustibles fósiles son, más que necesarias, imprescindibles. Son un elemento central del discurso del candidato demócrata a presidente de EEUU, Brack Obama, para generar empleo y actividad. Pero no son solo una voluntad o el fruto de las ideas de un visionario. Son una auténtica necesidad. Es de las pocas formas que nos quedan de crear riqueza y aportar la energía que requiere el proceso de crecimiento para que los habitantes de este planeta puedan vivir con unos mínimos de dignidad, dañando lo menos posible el entorno. Por eso deben ser bien acogidas las propuestas gubernamentales dirigidas a a estimular este tipo de energías, siempre que traten de acotar la especulación --como la que se ha producido en España a cuenta de las primas por kw solar generado--. Inicialmente estas energías deben ser estimuladas porque, de lo contrario, no salen a cuenta. Es de esperar que se viva una auténtica burbuja especulativa basada en las empresas de productores y promotores de parques de placas fotovoltaicas, de instalacioens eólicas o de elaboración de biocumbustibles. De hecho, ya se está produciendo. Pero es que el mundo va por ahí, por la vía de ponerse verde, muy verde. De lo contrario se quedará oscuro, muy oscuro, y con pocas probabilidades de subsistir.

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