domingo, 30 de noviembre de 2008

¿Quién está en paro, su vecino o usted?

Con el paro sucede algo parecido como con los accidentes. Eso siempre les pasa a los demás, no a nosotros mismos. En economía es habitual medir el nivel de una crisis por el desempleo. Se dice que cuando se habla de paro --así, en términos genéricos-- estamos en crisis. Cuando empezamos a enterarnos de que amigos o parientes lo están, nos hallamos frente a una recesión. Y cuando uno mismo carece de trabajo, estamos ante una depresión. Parece, como todas las cifras indican, que estamos en el segundo escenario, aunque seguro que si usted está en paro le parecerá que estamos ya en una depresión. Cada vez conocemos a más personas que están afectadas por el desempleo. La recesión es innegable. No lo olvidemos, como con los accidentes, que nadie tiene un seguro a todo riesgo, aunque lo pague. Tal como van las cosas, seguro que irán cambiando las percepciones. Las últimas encuestas reflejaban que una mayoría de españoles se sentían aún seguros con su empleo actual --¿habrán preguntado solo a funcionarios?--. Con el recrudecimiento de la crisis empezarán a haber parados por todas partes. Por eso se producen los esfuerzos --hasta ahora infructuosos --de la Administración. El objetivo es que se hable de paro --así, en términos genéricos-- como cuando la economía crecía a todo trapo y con un poco de suerte y de empeño, conseguir que se pueda acabar discutiendo sobre el pleno empleo. Eso es lo que se hacía cuando se construían más viviendas de las necesarias, el crédito se facilitaba sin controlar demasiado los posibles riesgos de impago y se compraban coches y cosas que luego apenas se empleaban. Había paro, pero era así, en términos genéricos, eran cifras --o eso parecían-- no dramas personales y familiares como los que ahora descubrimos. Eso, en el fondo, son los ciclos económicos. Ahora son amigos y conocidos los que están afectados por el desempleo. Y pronto podemos ser nosotros mismos. La economía es así para todos, menos para los funcionarios. Lo mejor será que las próximas encuestas se las hagan a ellos.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Que si los precios suben, que si bajan...

Esto es realmente desconcertante. La economía lo es. Hasta no hace muchas semanas, hablábamos de la amenaza de la inflación, es decir, de los riesgos de aumentos importantes y sostenidos del nivel general de precios. Ahora, por el clima de desaceleración --cuando no frenazo-- generalizado se empieza a mencionar la palabra deflación, que es el fenómeno contrario, es decir, la caída sostenida y persistente de los precios. Aunque parezca mentira, también tiene efectos devastadores porque, ante las expectativas generalizadas de que los precios se desplomarán más, las personas retrasan constantemente sus compras ¿Para qué comprar hoy un telvisor nuevo si mañana será más barato? ¿Para qué cambiar el coche si el mes que viene a lo mejor cuesta la mitad? Una crisis en la que se produce esta situación es un escenario terrorífico. De ahí los esfuerzos desde laas Administraciones por lanzar mensajes en el sentido de que se consuma, que se compre, de que no se deje para mañana lo que se pueda adquirir hoy. De lo contrario, vamos directos al precipicio de la espiral a la baja del que es muy complicado salir. Si no, que se lo digan a los japoneses. Ya saben. Si tenían previsto comprar, háganlo, si es algo que realmene desean o necesitan. Hay que sacar, como sea, al conjunto de la economía del tobogán de la deflación. No es malo que se abaraten los productos y servicios, pero es realmente nefasto que lo hagan constantemente. Eso también genera desempleo y una profunda depresión de la que es muy difícil salir.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Y tras el ladrillo, la banca

El otro día comentábamos que tras las primeras inmobiliarias se produciría la caída de alguna constructora. Pues bien, detrás de éstas viene la banca. No toda, evidentemente, pero sí una parte de la pequeña y mediana que está altamente expuesta al sector del ladrillo. Los esfuerzos públicos por salvar a las constructoras son intensos. El objetivo es evitar que la quiebra de alguna constructora provoque un enorme agujero en el balance de alguna entidad financiera. Y no lo digo solo por Sacyr Vallehermoso, que trata desesperadamente de vender su participación en Repsol a la rusa Lukoil, sino por otras. Pero ese podría ser un buen ejemplo. Más de 40 bancos y cajas están expuestos al riesgo de la caída de Sacyr ya que cargan con una parte del préstamo que acredita a esta compañía como primera accionista de Repsol. Y digo bien, acredita porque, en realidad, esa participación está en manos de los bancos como garantía. Muchas de estas entidades esperan a toda costa subrogar este crédito a la rusa Lukoil o a quien sea con tal de no tenerlo que imputar en su cuenta de resultados como fallido. No sería de extrañar que, ante el revuelo político que ha provocado la posible entrada de la rusa en la petrolera española, se acabe llegando a alguna solución intermedia, como la conversión de parte de la deuda de la constructora en participaciones preferentes u otros sistemas para evitar que Sacyr caiga y que arrastre con ella a algunos otros. Tal vez será a instancias del Gobierno o quizás no, pero en todo caso sería una solución temporal a la espera de que mejore la cotización de Repsol y que se pueda encontrar un socio más vendible a la opinión pública y política. Ese mirlo blanco no solo echaría un cable a Sacyr sino que extraería de Repsol el lastre que supone contar con un primer accionista ahogado financieramente y solo interesado en percibir dividendos con los que pagar los intereses de su enorme deuda de más de 18.000 millones de euros. Pero, dada la actual coyuntura económica, ese reto parece no difícil sino casi imposible.

martes, 25 de noviembre de 2008

El contagio pasará a las constructoras

Primero fue Martinsa-Fadesa, luego Tremón. Las inmobiliarias sucumben una tras otra víctimas de la crisis y no sería de extrañar que alguna otra lo hiciera en los próximos días o semanas. Pero los efectos no se acaban aquí. Al parecer, las licitaciones de obra pública se han ralentizado de forma importante y eso c onllevará también sus consecuencias. Si no se construyen viviendas y las obras públicas no se aceleran, pronto habrá víctimas de los concursos de acreedores entre las constructoras. Ese es el temor que manifiestan en los últimos días personas muy acreditadas vinculadas al sector del ladrillo y el cemento. Solo un impulso real de las obras públicas por parte de las Adnministraciones sacaría del ahogo a muchas empresas. Y no lo digo solo por Sacyr, dispuesta a vender su 20% de Repsol a la rusa Lukoil, para aliviar la enorme losa en forma de 18.000 millones de euros en forma de deuda que soporta. Lo digo por otras muchas. Tiempo al tiempo...

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Ayudas anticrisis

Si en algo hay consenso en la actualidad es en la necesidad de estimular la economía. ¿Debe hacerse mediante apoyos públicos a sectores concretos, es decir, con el dinero de todos los contribuyentes? Esa es la gran pregunta. Si se hace así, la siguiente cuestión es: ¿Por qué a un sector sí y a otro no? La tendencia inmediata es decir al automóvil, sí; a la construcción, no. Pero ¿por qué? Es cierto que el ramo del ladrillo ha ganado mucho más dinero que el resto estos años con la especulación, con la ganancia rápida y fácil. Pero de eso nos hemos beneficiado todos, en mayor o menor medida. Y no digamos los bancos. Y ¿por qué no ayudar a los fabricantes de electrodomésticos? ¿y a los propietarios de medios de comunicación? Si en algo estamos de acuerdo es en que el modelo de crecimiento de los últimos años se ha agotado. Por lo tanto, necesita una reforma, una auténtica revolución. Y yo me pregunto ¿es la ayuda pública directa al más ineficiente la forma de estimular la economía? Dado que una parte de la crisis actual se debe a que se reduce el consumo por la caída del empleo. ¿No sería más efectivo poner más dinero en el bolsillo de los ciudadanos mediante rebajas de impuestos? ¿No sería mejor facilitar desde la Administración la creación de nuevos negocios para emprendedores dispuestos a crear puestos de trabajo? Seguro que los efectos de estas medidas no serían ten inmediatos y efectistas como las ayudas a sectores determinados. Pero ¿estamos seguros de que el apoyo a un ramo de actividad o a otro servirá para solventar sus problemas a largo plazo? ¿De qué servirá que un fabricante de coches reciba una inyección de fondos si los clientes no están dispuestos a comprar, porque no reciben crédito para ello o porque han perdido su trabajo? El estímulo no debe instrumentarse mediante premios al ineficiente. Esa es una mala señal de cara al futuro, un mal incentivo para conducir la economía hacia el buen camino. Los estímulos deben ser generales, porque la crisis es general. Con parches pararemos la hemorragia unos días, pero no superaremos la enfermedad que, en cualquier momento, se reproducirá.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Crisis ¿hasta cuándo?

Seamos realistas. Ya estamos en crisis --en una intensa recesión para ser exactos--. Japón ha sido la última de las grandes economías en sumarse a esta tendencia. La pregunta es ahora ¿hasta cuándo? Ya no se trata de saber si estamos inmersos en una etapa de reducción del producto interior bruto (PIB) si no de deteterminar cuándo puede acabar este círculo vicioso, esta espiral a la baja. A medida que crece el desempleo se desvanecen las posibilidades de remontar. Cuantas más fábricas cierran, más personas hay en el paro y, por tanto, menos se consume, lo que, a su vez, induce a echar el cerrojo a más plantas y negocios ¿Cómo acabar con este círculo vicioso? Es cuestión de estimular, de reducir impuestos para que los ciudadanos tengan más dinero para gastar y de potenciar las inversiones públicas para que la actividad vuelva a recuperarse. La inflación ya es una cuestión secundaria. Y más cuando el petróleo se desploma por la reducción de la demanda. Las economías emergentes todavía no han entrado en la dinámica negativa de las avanzadas. Y más nos vale que no lo hagan. Alguien tiene que tirar del carro mientras salimos de la crisis. Mientras, en Occidente, además de vigilar que el contagio no se transmita a otras regiones del mundo, hay que incentivar a los ciudadanos a que consuman y a los empresarios a que inviertan. Es, por tanto, necesario dejar de pensar en el déficit público durante una temporada y de emplear los recursos públicos para reanimar a la economía. Esa es una de las recetas de la nueva Obamanomics. Y si eso es bueno para una economía tan liberal como la de EEUU ¿no va a serlo para el resto? De la eficacia de esos movimientos del sector público para estimular la actividad dependerá que el túnel llegue a su final durante la primavera o la segunda mitad del año que viene o que se prolongue hasta 2010 o 2011. Me quedo con 2009. Más nos vale a todos.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Mundo en pasivo

Asumámoslo. Tras años de excesos en unos mercados financieros desregulados, supervisores cortos de vista o maliciosamente ciegos y codicia, avaria y afán desmedido de lucro, tenemos un mundo en el que debemos más de lo que tenemos. Una balanza decantada fuertemente hacia el lado del pasivo. Este es el resultado de pervertir unos derivados financieros con elevado apalancamiento --endeudamiento--, diseñados en su día para la transferencia eficiente de riesgos y, en cambio, empleados como vía de ganancia barata y rápida ¿El resultado? Una crisis que costará un mínimo de tres billones de euros a escala mundial, si no más. Una cifra: el valor de los contatos de credit default swaps (CDS), instrumentos diseñados para cubrir la eventualidad de impago de rendimientos de deuda y convertidos en los últimos años en otro activo negociable en los mercados, superó el año pasado el valor del conjunto del producto interior bruto (PIB), es decir el valor de todo lo que se produce en el planeta en todo un año. Ante estas circunstancias estamos ante el necesario replanteamiento de las reglas de juego. No esperemos que lo solventen los líderes del G-20 en la cumbre que celebrarán en Washington este sábado 15 de noviembre, pero es al menos un paso, una constatación de que algo hay que hacer. Seguro que algunas normas, ale menos contable, cambiarán para hacer más llevadero el necesario proceso de reducción global de endedamiento. Un empresario comentaba el otro día que se ha acabado la era del EBITDA --resultados de explotación-- en las cuentas de la compañías y que recuperaremos la sana admiración por el beneficio como fruto de la resta entre los ingresos y los gastos. Seguro que será así durante un temporada, la suficiente hasta olvidarse de las penurias actuales para sucumbir ante los nuevos cantos de sirena del dinero rápido que, con toda probabilidad, regresarán. Si no, tiempo al tiempo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

'Obamanomics'

Con Ronald Reagan tuvimos reaganomics, una filosofía económica que, a pesar del desastre que produjo en forma de liberalismo a ultranza, rebajas fiscales para ricos, una mayor brecha entre pobres y adinerados y el sálvese quien pueda como lema --hoy pagamos todavía pagamos las consecuencias--, fue emulada luego por los halcones del libremercado de George W. Bush, auténticos apóstoles de la Escuela de Chicago. El presidente electo, Barack Obama, se presentó a los comicios como una alternativa, con propuestas que difieren sustancialmente de las de la Administración republicana saliente. Él mismo las comenta en una nueva web. El futuro presidente es consciente del poder de internet como instrumento de relación con la ciudadanía. En las políticas que defiende Obama destaca la apuesta por las energías alternativas como fuente de crecimiento sostenible y empleo. Algunos podrán decir que también el gobernador republicano de California, Arnold Schwarzenegger, es un auténtico defensor de las energías limpias. Cierto. Pero éste, a la vez, apuesta por el libremercado y por unas recetas a la republicana. Obama, por su parte es, al menos sobre el papel, más de izquierdas en lo que respecta a las políticas económicas --siempre teniendo en cuenta todo lo de izquierdas qiue se puede ser en EEUU--. El tiempo dirá. En cualquier caso, de entrada y, hablando en genérico, sus propuestas no tienen mala pinta. Esperaremos a enero, a que tome posesión y luego a ver qué hace durante los primeros 100 días de rigor. Tras ese periodo podremos empezar a juzgar si Obama tiene más etiqueta que contenido y si realmente podremos hablar de obamanomics en contraposición a reaganomics y bushonomics.

Hablar de uno mismo

Hablar de uno mismo se hace difícil, pero creo que es de justicia agradecer al Col.legi d'Economistes de Catalunya, a la Revista Econòmica de Catalunya y a los miembros del jurado del premio Joan Sardà Dexeus 2008 la gentileza que han tenido al otorgarme este galardón. Al margen de las personas que han decidido darme el pemio, también creo que es momento de reconocer al medio en el que trabajo, El Periódico de Catalunya, donde desarrollo buena parte de mi actividad profesional, así como tener un recuerdo para todos mis compañeros, amigos, colegas y familiares que forman parte del ecosistema en el que nos movemos cada día. Recogiendo las palabras que pronunció el exdecano del colegio y actual presidente del Consejo General de Colegios de Economistas de España, Valentí Pich, a quien también se le hizo un reconocimiento público: No creo ser tan mayor ni haber hecho cosas tan importantes como para merecer ésto. Pero, en todo caso, he de admitir que el galardón supone un auténtico chute de adrenalina para seguir trabajando en el mundo de la información económica. Admito que puede parecer poco elegante hacerse autopublicidad, pero, en este mundo tan competitivo, si uno mismo no vende su propia marca-producto, ¿quién cabe esperar que lo haga? aparte de amigos y familiares, claro.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Ponerse verde

Vivimos en un planeta que está ciertamente caliente --por el cambio climático--, que es plano --por los efectos antifronteras de que genera la globalización-- y que está superpoblado; los tres elementos del último libro del periodista estadounidense Thomas Friedman (Hot, flat and crowded). Y es que las energías renovables y alternativas a las que proceden de combustibles fósiles son, más que necesarias, imprescindibles. Son un elemento central del discurso del candidato demócrata a presidente de EEUU, Brack Obama, para generar empleo y actividad. Pero no son solo una voluntad o el fruto de las ideas de un visionario. Son una auténtica necesidad. Es de las pocas formas que nos quedan de crear riqueza y aportar la energía que requiere el proceso de crecimiento para que los habitantes de este planeta puedan vivir con unos mínimos de dignidad, dañando lo menos posible el entorno. Por eso deben ser bien acogidas las propuestas gubernamentales dirigidas a a estimular este tipo de energías, siempre que traten de acotar la especulación --como la que se ha producido en España a cuenta de las primas por kw solar generado--. Inicialmente estas energías deben ser estimuladas porque, de lo contrario, no salen a cuenta. Es de esperar que se viva una auténtica burbuja especulativa basada en las empresas de productores y promotores de parques de placas fotovoltaicas, de instalacioens eólicas o de elaboración de biocumbustibles. De hecho, ya se está produciendo. Pero es que el mundo va por ahí, por la vía de ponerse verde, muy verde. De lo contrario se quedará oscuro, muy oscuro, y con pocas probabilidades de subsistir.