lunes, 31 de marzo de 2008

Hambre de fondos


No se crea un potentado. Aunque los bancos le persigan. De hecho, hoy las entidades financieras van totalmente aceleradas a la busca y captura de fondos. Es la otra cara de la moneda que se produce tras una época marcada por el crédito barato y fácil. Vuelve aquella etapa en la que para que a uno le concedan un préstano no basta con ofrecer buenas garantías. En defintiva, no basta con tener un paraguas para cuando llueve. También hay que tener chubasquero y botas de agua. Y aún así, no sé, no sé. La banca quiere ahora dinero, pero dinero fresco, muy fresco. De ahí surgen esas atractivas ofertas dirigidas especialmente para las nuevas aportaciones. En resumen, a incrementar su pasivo. Los bancos necesitan mejorar o apuntalar su liquidez en tiempos difíciles. "Ahora es más fácil que le retribuyan bien por unos fondos que no que se los presten", me decía un banquero. Y tiene razón. Ha cambiado la estrategia, al menos hasta que se vuelva a imponer la confianza en los mercados crediticios tras los estropicios de las hipotecas basura en EEUU. Pero no será fácil. Mientras, será mejor que aquellos que puedan se aprovechen de los ganchos comerciales de la banca. Eso sí, siempre que se trate de entidades solventes, que luego, si no, pasa lo que pasa. Desde un depósito al 5% TAE se capea mucho mejor el temporal que desde cualquier otro producto que pague menos que la inflación. ¿O no?

Tiempos tributarios



Preparen las carteras. Al Estado se le reducen los ingresos y a las autonomías y a los ayuntamientos, también. Las Administraciones tendrán que reducir gastos o incrementar ingresos. Es más fácil que se produzca lo segundo que lo primero porque el cátalogo de dispendios públicos es difíclmente ajustable. ¿Por dónde vendrá el susto? Probablemente por los impuestos indirectos, como el IVA y las tasas, que, son considerados más invisibles que los directos. Al menos uno es menos consciente de que los paga. La media del IVA en España es inferior a la de la Unión Europea (UE). Aunque produce inflación porque encarece el precio final de los bienes y servicios, es políticamente menos duro subirlo que, por ejemplo el IRPF o el tributo de sociedades, que están en fase de bajada. Nos esperan tiempos tributarios duros para que las cuentas de las Administraciones autonómicas, muy ligadas a la bonanza de la construcción, puedan cuadrar. El año pasado dejaron de ingresar más de 2.000 millones solo por la caida de recaudación del impuesto de transmisiones patrimoniales --viviendas de segunda mano-- y actos jurídicos documentados --escrituras de hipotecas--. Y lo peor parece que está aún por venir. Y, por cierto, muchos ayuntamientos llevan más de 10 años sin pedir la revisión de sus catastros, que contienen el valor sobre el que se aplica el impuesto de bienes inmuebles (IBI), el principal tributo local. Como faltan tres años para las elecciones municipales, seguró que habrá revisiones catastrales. Hay tiempo suficiente por delante para que se diluya el efecto de protesta. Si no habrá que reformar la financiación local como está previsto, pero seguro que no será para que paguemos menos impuestos. La que nos espera...