miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿La presión fiscal?: baja, pero ya subirá...

No salten de alegría porque igual que todo lo que sube acaba bajando, también lo que cae acaba yendo hacia arriba, como si de una pelota de goma se tratara. Eso es lo que sucederá con la presión fiscal, ya que el año que viene subirá el IVA y otros gravámenes, como los que recaen sobre los rendimientos del capital. En España, el año pasado los ingresos tributarios cayeron hasta suponer el 33% de la economía --frente a más del 37% en el 2007--. Y eso no fue porque el Gobierno bajara los impuestos para estimular una economía en crisis, ya que más bien actuó por la vía del gasto; sino por el drástico desplome de la recaudación. También hay que admitir que algo parecido, pero con el aumento de los ingresos, sucedía cuando la economía iba a todo gas. El Estado ingresaba más, pero no porque aumentara los gravámenes --aunque a veces los hacía sigilosamente al no adecuar las tarifas a la inflación--, sino porque una mayor actividad económica generaba más recaudación. En todo caso, en las empresas, cuando caen los ingresos, las estructuras se ajustan al nuevo escenario. Y eso suele acabar afectando a los trabajadores en forma de despidos, prejubilaciones y otras medidas laborales, sean temporales, contatados a media jornada, por horas o incluso fijos ¿Qué pasa con las Administraciones? Pues que a pesar de ingresar mucho menos -- una caída de la facturación en términos de empresa-- mantiene o aumenta sus plantillas y se ajusta poco el cinturón, o esa es la impresión que da ¿Será porque tiene que prestar más servicios? ¿Crece realmente su productividad? Espero que así sea, pero, en todo caso esto es lo suficentemente trascendente como para el comentario completo de otro día.

martes, 17 de noviembre de 2009

Herencias pesadas

Catalunya es una de las comunidades autónomas en las que en la actualidad resulta más costoso recibir una herencia por la elevada carga que supone el impuesto de sucesiones. Esa es una cuestión que los miembros del tripartito --al menos dos, el PSC y ERC-- pretenden mejorar. Un mismo acto paga hoy un máximo del 9% si se recibe en forma de donación --es decir transmisión inter vivos-- y puede llegar a más del 32% si se percibe como un legado, es decir como una transmisión mortis causa. Eso no tiene ni pies ni cabeza, a no ser que se pretenda estimular abiertamente las donaciones en contra de las herencias o si todo el mundo fuera lo suficientemente autónomo y libre para elegir la opción. Y de esa posibilidad solo disfrutan las rentas más altas. En resumen: Hay que acabar con una situación de total injusticia. No se trata de suprimir un gravamen que puede tener una función redistributiva y contra cuya desaparición se han manifestado algunas de las mayores fortunas del mundo, pero sí de convertirlo en un tributo más justo y equitativo. No se trata de que los familiares lejanos o los amigos próximos puedan heredar sin cargas y obtener dinero o patrimonio sin ningún tipo de esfuerzo, pero sí de que lo puedan hacer los parientes más próximos y con los bienes más esenciales. Hoy solo pagan este elevado gravamen las rentas bajas y medias ¿Tiene eso algún sentido?

jueves, 5 de noviembre de 2009

Emprendedor, empresario y directivo

No nos confudamos. Una cosa es un emprendedor, otra un empresario
y otra, un directivo. Últimamente se suelen mezclar los términos. El primero es alguien con capacidad innata o adquirida de ingeniar, de tener ideas que pueden transformarse en productos o servicios comercializables. El segundo, el empresario, puede o no contar con el primer rasgo, pero sí que tiene aguante e interés por mantener su proyecto y, si puede ser, cedérselo a sus descendientes. El tercero, el directivo, es quien gestiona, con un salario de lujo o no, y que actúa, téoricamernte, por cuenta del propietario o los accionistas. No es común tener la suerte de poseer las tres características, aunque hay algunos casos. En la actualidad han cobrado mucho protagonismo los directivos y gestores que, en muchos casos, controlan las empresas como si fueran suyas. Y no lo son. Lo denunció recientemente Carlos March, descendiente de Juan March y una de las grandes fortunas de España. Denunció "el extraño entramado de poder" en las compañías, en las que mandan ejecutivos y directivos al margen del consejo de administración y de unos accionistas con escaso sentido de la propiedad y que, en su día, John Kenneth Galbraith bautizó con el nombre de tecnoestructura. Y es que, no nos engañemos, no suelen ser iguales ni tienen por qué ser coincidentes los intereses de quienes se juegan su dinero --empresarios-- que el de aquellos que, pese a que aparenten estar volcados en su compañía, están especialmente pendientes de los réditos que pueden sacar mediante bonos y primas. Como tampoco es igual el interés de un accionista implicado y con vocación de permanencia que el de uno que no espera más que una fuerte revalorización de sus títulos para hacer caja. No es lo mismo.