viernes, 19 de septiembre de 2008

La factura de la crisis

El otro día me preguntaba quién pagaría la quiebra de Lehman Brothers o el rescate de AIG. Desgraciadamente, la cosas a veces son lo que aparentan. Es evidente que a los estadounidenses y, seguramente al resto delos mortales, se les pasará la factura. La primera economía del mundo, el gran templo del capitalismo, prepara su mayor plan de salvación de la economía desde la crisis del 29. Lo sucedido en medio, desde los años de la Gran Depresión hasta el quebranto provocado por las hipotecas subprime, han sido juegos de niños hasta llegar, una crisis tras otra, a pefeccionar las fórmulas con las que ganar más dinero. La sofisticación financiera ha ido creciendo, quebranto tras quebranto -- recordemos Long Term Capital Management (LTCM) hace solo 10 año-- y después de apoyos públicos. Y con todas experiencias, el sistema financiero se las ha ingeniado para crear nuevos sistemas con los que ganar más y más dinero. Los primeros esbozos apuntan a que una agencia estatal de EEUU --es decir, pública-- se hará cargo --o, mejor dicho, comprará-- los activos que nadie quiere en los mercados --es decir, que no quieren ni los bancos ni los inversores institucionales--, para salvar a las entidades financieras de la quiebra. Claro, eso será con cargo al dinero de los contribuyentes, muchos de los cuales confiaron en su día sus ahorros a estas empresas que simplemente los dilapidado. Ya se sabe: Si el problema que creas es de dimensiones gigantescas, como es el caso, siempre estará papá Estado, es decir, el dinero de todos los ciudadanos, para resolverlo ¿Acaso hay otra salida? Así las entidades financieras se sanearán y podrán volver a ser liberales, que es lo que más les gusta cuando hay beneficios. Para cubrir las pérdidas de los tiempos difíciles ya estamos los demás. Lo único que se me ocurre es que a la vez que las salvan de la queibra habría que someterlas a una estrecha supervisión y control para evitar, en la medida de lo posible que tengamos que volver a pagar la factura y, por tanto, en el caso de que haya quebranto, hacer que sean ellas las que tengan que abrir la cartera o restar de sus beneficios los costes de las crisis que ellas mismas provocan. si no les llega el dinero, que no se preocupen, ya pondremos el resto una parte.