jueves, 25 de febrero de 2010

Lloros en Toyota, ¿y en la banca?

Teatro o realidad. No lo sé a ciencia cierta. El presidente de Toyota, Akio Toyoda, no pudo contener las lágrimas ayer al dirigirse a sus empleados en EEUU. Pesa la responsabilidad por errores mecánicos y un crecimiento que, él mismo lo reconoce, ha sido demasiado rápido. Y ¿cómo han reaccionado los banqueros de Wall Street y de otros lugares que contribuyeron a generar la peor crisis en más de 80 años, producida por un afán desmesurado de ganar dinero y que ha costado billones de euros a los contribuyentes de a pie de todo el mundo? No los he visto llorar. Ni siquiera pedir disculpas. A lo sumo, han dimitido y se han dedicado a gastarse los cientos de millones acumulados durante su ahora cuestionable gestión. Y esto no que digo no creo que pueda tacharse de demagogia. Es solo descripción de la realidad.

miércoles, 24 de febrero de 2010

El fraude de la economía

Esto ya empieza a parecerse a La economía del fraude inteligente que tan bien describió John Kenneth Galbraith en su día. Eludir impuestos, evitar pagarlos es casi una práctica institucionalizada, al menos para unos pocos, es decir, para aquellos que tienen más posiblidades de ocultar ingresos y rentas. Y no hablo solo de aquellos que llamamos ricos porque ese es un estatus muy discutible en una sociedad en la que predomina la clase media y en la que, en términos generales, se vive bien. En todo caso, no hace falta que las cifras de la economía sumergida en España sean exactamente las que denuncian los técnicos del ministerio de Hacienda para que nos demos cuenta de que tenemos un enorme problema: Unos muchos pagan y otros pocos --o no tanto--, no. Tal vez sea hora de actualizar las herramientas para combatir el fraude y hacerlo con convencimiento, sin prejuicios. Ni los ricos sion malos ni todos los pobres bellísimas personas. Conscientes de que no se pueden poner puertas al campo y castigar más al capital aquí que en otros países, habría que empezar de todos modos a pensar en que hasta los más ricos y aquellos que no están sujetos a una nómina pasen por caja o lo hagan con cierta asiduidad, en potenciar la lucha contra el fraude fiscal. Pero no asfixiando a quien ya cumple, que es lo que suele hacerse porque es lo más fácil y cómodo, sino a quien no lo hace ¿Qué puede haber más democrático, solidario y constitucional que hacer que cada uno contribuya en función de lo que posee? Y más en una situación de crisis como la actual. Pues venga.

lunes, 22 de febrero de 2010

Eficiencia más que producción energética

Veamos. Estamos muy centrados en generar y producir más y más energía. Unos defienden la nuclear, otros las renovables, otros una mezcla de todas. Y apenas se hacen esfuerzos en mejorar el ahorro y la eficiencia, que es algo que tanto reclamamos en el conjunto de la economía --la productividad--. El presidente de Ros Roca, Ramon Roca, denunciaba hace unos días en una jornada en Esade que se apenas se dedican el 7% de los recursos a investigar en eficiencia mientras que se destinan el 49% de los fondos a hacerlo en energías renovables. Y no criticaca a las renovables, pero sí esa descompensación en la sestrategias inversoras ¿No estamos limitando mucho nuestras posibilidades? También lo decía en un artículo este fin de semana el reponsable de Schneider Electric para Europa, Oriente, África y Suramérica, Julio Rodríguez. Es un auténtico lujo prescindir de esta variable que puede resultar esencial, no solo para reducir las emisiones de gases, sino para obtener más energía con igual o menos consumo. Eso es eficiencia y con una apuesta clara por ello se puede dar un fuerte impulso a una industria autóctona y con elevado valor añadido. Haberla, hayla. ¿Acaso no es ese uno de los objetivos que perseguimos?

miércoles, 17 de febrero de 2010

Obamatomic...

El presidente de EEUU, Barack Obama, se había convertido hasta ahora en la gran esperanza para el desarrollo de las energías renovables, con su apuesta por crecer con la eólica, solar... Todo aquello que sonara a verde y limpio. Pocos esperaban que se transformara en el revitalizador de las centrales nucleares. Con el anuncio de apoyos financieros para la construcción de la primera de estas instalaciones en EEUU desde hace 30 años, da alas a una industria que se encontraba decaída y estancada tecnológicamente desde hace muchos años. Bajo el pretexto de que su país no puede quedar en manos de terceros para tener energía, se ha liado al manta a la cabeza y ha optado por revitalizar una industria cuyos orígenes fueron militares, no lo olvidemos. En el Financial Times ya han bautizado al presidente de EEUU como Obamatomic. No es de extrañar. Su decisión resulta polémica, aunque se haya referido a la necesidad de invertir en la solución del problema de los resíduos. Aquí tienes su discurso textual para verlo. Aunque la nuclear sea una energía eficiente --funciona más del 90% de los días, a diferencia del viento, el sol o los ciclos combinados de gas-- y no emite demasiada contaminación, genera unos desperdicios que son peligrosos por miles de años. Esa es una hipoteca que habría que tener en cuenta a la hora de tomar una decisión ¿No sería tal vez más adecuado volcar recursos en fuentes energéticas menos peligrosas potencialmente, aunque menos eficientes de entrada y, mientras, investigar también como acabar con los resíduos radiactivos de las centrales existentes. Y otra, cosa, estimular la eficiencia y el ahorro. Sé que la nuclear es la energía que puede solventar los problemas de escasez y dependencia exterior de forma más rápida, pero ¿es la forma más solidaria de cara a las generaciones futuras? Discutámoslo al menos.

viernes, 12 de febrero de 2010

¿Qué o quiénes son los mercados?

Han cobrado mucho protagonismo en las últimas semanas. Que si el mercado ésto, que si lo otro... Es el protagonista, el que mueve los hilos y el que puede hacer que un país despegue o se tamblee. El mercado no es más que la suma de intereses individuales encarnados por personas que representan a bancos, entidades financieras e inversores institucionales. Mueven el dinero de un lado al otro en busca de rentabilidad impulsados por la apertura de barreras que suponen la globalización y las tecnologías de la información. Por ello, si no están convencidos de lo que ven, se marchan, sin más. Lo primero que hay que darles es credibilidad y sensación de seguridad, porque no hay nada más temeroso que el dinero. El Gobierno español puede hablar de complots o de manías persecutorias, pero ¿no será que no ofrece suficientes garantías de credibilidad? Los mercados carecen de sentimientos y ni siquiera tienen muchas predilecciones por unos gobiernos u otros. Lo que persiguen es rentabilidad y sensación de seguridad. Si no se les ofrecen estas garantías, simplemente se marchan.

lunes, 8 de febrero de 2010

Culpables y cómplices de la crisis

Sé que lo que voy a decir puede sorprender. Lo fácil y rápido es echar a la banca toda la culpa de lo que sucede. Es evidente que son unos de los principales responsables, sino los principales, de la debacle financiera que condujo finalmente a una crisis global. Pero no es menos cierto que las cosas se producen no solo por la acción de unos sino también por la omisión de otros. También los reguladores y los gobiernos, que miraron hacia otra parte mientras se hinchaba la burbuja, tienen su parte (importante) de culpa ¿Acaso la búsqueda de los beneficios no es el objetivo de toda empresa en un marco capitalista? Pues también lo es para los bancos. En eso no defraudaron a sus accionistas y, en especial, a sus directivos, que cobraban en función de los resultados obtenidos. El marco de incengivos estaba diseñado en ese sentido. Y nadie decía nada. Lo recuerda el Nobel de Economía Joseph Stiglitz en su último líbro, Freefall (Caída libre). Y no es precisamente una persona que se distinga por las alabanzas a la banca y al funcionamiento actual del sistema financiero. Tal vez otra gallo hubiera cantado si se les hubieran impuesto unas reglas de funcionamiento y de control mucho más rígidas y no se hubieran permitido unos incentivos de resultados tan perversos. Pero, al contrario, todo el mundo hacía la vista gorda cuando la nave económica iba a todo trapo. Nadie quería afrontar la problemática de ralentizar un crecimiento que, pese a resultar excesivo, daba la impresión de riqueza general. Claro que hay culpables de la crisis --desde los bancos hasta las agencias de calificación de riesgos--, pero, no lo olvidemos, también hay cómplices. Ahora es el momento de resolverlo mediante una regulación que redireccione los incentivos y que prime la solvencia. Y no parece que se esté mucho por esa labor.

martes, 2 de febrero de 2010

Lo desable y lo posible en economía

Hay una gran diferencia entre lo deseable y lo posible. El Fondo Monetario Internacional (FMI), como en su día ya dijo también el Nobel de Economía Paul Krugman, afirma que lo que España tendría que hacer es bajar los salarios entre el 15% y el 20% para adaptarse a su nueva realidad. Así ganaría competitividad. Será un principio científico. No lo dudo. También lo es que retrasar la edad de jubilación abarata la factura de la Seguridad Social o que aún la reduce más hacer desaparecer las prestaciones públicas. Pero, señores defensores del liberalismo a ultranza --sí, sí, esos que, cuando se desató la crisis defendieron que había que salvar a la banca con el dinero de todos-- una cosa es lo deseable y otra lo posible. Los libros y las pizarras lo aguantan todo, pero la realidad es más bien compleja. Está formada por sociedades con individuos y colectivos variopintos y con muy distintos intereses. También parecía infalible el Long Term Capital Management (LTCM), un fondo altamente especulativo del que formaban parte dos premios Nobel de Economía. La teoría en la que se basaba era indiscutible, pero tropezó con un inconveniente: la realidad, de la que forman parte variables imprevisibles como fue, en ese caso, la crisis de la deuda rusa que provocó el colapso de ese invento tan perfecto de antemano. Pues lo mismo sucede con las grandes reformas económicas: la teoría no tiene en cuenta más que lo deseable. Lo más hábil, creo yo, es una buena combinación que tenga también en cuenta lo posible. Y eso solo se logra con propuestas consensuadas y negociadas con todos los agentes sociales. Eso sí, con mucha responsabilidad por parte de todos y también, por supuesto, con muy poca demagogia.