miércoles, 5 de mayo de 2010

Políticos pasivos, mercados hiperactivos

Tras la reunión del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder del PP, Mariano Rajoy, poco nuevo bajo el sol. Si alguien, esencialmente los españoles, ansiaba un mensaje de esperanza, se habrá llevado un buen chasco. Rajoy descubrió pocas recetas: “Que el Gobierno gobierne y que reduzca el déficit público”, se limitó a decir. Pues muchas gracias. En este contexto siguen y seguirán campando a sus anchas los especuladores de los mercados. Pero no se puede echar la culpa de la hiperactividad especuladora exclusivamente a la pasividad o inoperatividad de los políticos. Zapatero ya ha dicho que quiere reducir el déficit, pero no de forma drástica porque eso haría saltar por los aires cualquier posibilidad de recuperación. Rajoy no dio recetas. Bien porque no las tiene, no las sabe o porque se las reserva. Todas ellas son opciones. Y yo me pregunto: ¿Qué derecho tienen esos etéreos mercados de forzar una estrategia basada en dogmas de fe liberal que la última crisis se llevó por delante si a ellos no les ha escogido nadie democráticamente? En el fondo, tal como algunos intelectuales como el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, aseguran, los protagonistas de los mercados no hacen más que defender una tesis política encaminada a que predomine el liberalismo. Y, con ese objetivo y la ayuda, en muchas ocasiones de las agencias ce calificación crediticia, entre otros agentes del mercado, no escatiman esfuerzos con tal de alcanzar su meta. Pero, aunque sea cierto que muchos de ellos son acreedores a través de la deuda pública española, también es verdad que asfixiando a quien les debe dinero tampoco ganan muchas opciones de poder cobrar. Lo que pasó en los 80 y 90 con muchos países latinoamericanos que siguieron las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) es un buen precedente. Y no bueno precisamente. Pues ellos insisten. Eso es lo que les tengo que decir. Y a los políticos les reclamo que, de una vez por todas, estén a la altura de las circunstancias. Zapatero ya ha dado un tímido paso de plan y visión global al decir que no quiere recortes drásticos, pese a la presión de los guardianes de los dogmas del liberalismo. Algo es algo. Rajoy, por su parte, calla y se limita a pactar la futura reforma de la ley de cajas, tal vez porque tiene el presentimiento de que la fruta socialista está ya muy madura y a punto de caer del árbol. No lo ha dicho claro, aunque se lo han peguntado. Si lo que quiere es que haya elecciones ya, que lo diga. Y que, de paso, explique por dónde aplicaría las tijeras en los presupuestos públicos. Eso también sería una estrategia y un ejemplo de sentido de la responsabilidad.