jueves, 28 de octubre de 2010

Adelgazar el Estado

Es evidente que hay que adelgazar el Estado. Los distintos niveles de administración producen ineficiencias por superposición de competencias, de medios y efectivos. Crecen las plantillas y los recursos en todos los ámbitos, con el correspondiente derroche y dilapidación del dinero de todos. El presidente del PP, Mariano Rajoy, ha planteado la necesidad de reformar el sistema para salvar la unidad de mercado que, a su entender, está en peligro. Lo hizo durante el XIII Congreso de la Empresa Familiar en Santander. Pero ¿se refería Rajoy a reducir el peso de las autonomías? Es frecuente que cuando se lanza un mensaje de este tipo se esté pensando en una mayor centralización, es decir, en devolver competencias al centro en detrimento de la periferia. Pero pienso que si se tiene asumido que el proceso de descentralización es inherente al Estado que nos hemos otorgado, el que debe reducir su peso es el centro o debería haberlo hecho a medida que se transferían competencias a la periferia y cetnrar su labor en la coordinación y las facultades esenciales que debe controlar. Carece de sentido que la Administración central cuente casi con el mismo despliegue de recursos que cuando tenía todas las competencias. Lo que se está haciendo es duplicar y superponer y eso es antieconómico. Si las autonomías tienen plenas competencias sanitarias ¿por qué existe una estructura como la del ministerio de Sanidad si bastaría con un ente coordinador? Y no es el único ejemplo. Eso sí, aunque el poder se centrifugue, debe primar el sentido común y debe existir cierta armonización regulatoria y normativa para que la economía funcione ¿No es eso lo que está haciendo la Unión Europea (UE)?

sábado, 23 de octubre de 2010

Bonos, patria y rentabilidad

Curioso país España, en el que si una comunidad autónoma apela al ahorro de sus ciudadanos para financiarse se habla de bonos patrióticos ¿Qué son las letras del Teosoro, los bonos o las obligaciones? ¿No es lo mismo? ¿No supone también apelar al patriotismo reclamar dinero para carreteras y servicios públicos como hace el Tesoro Público en su publicidad? El inicio de la venta de los bonos de la Generalitat de Catalunya está resultando un éxito. Y no es de extrañar, con un redimiento del 4,75% a un año y dos díasa partir de un mínimo de 1.000 euros. Los primeros 1.890 millones de euros previstos tendrán que ampliarse hasta 2.500 millones. A la Administración catalana le saldrá caro, ya que, en un año, deberá devolver el capital y más de 100 millones de euros en intereses. Las condiciones del mercado y la situación de sus finanzas --que están como el de la mayoría de Administraciones públicas-- lo requerían. Lo que es indudable es que son títulos extremadamente competitivos con respecto al resto de productos del mercado y también frente al resto de la deuda del Estado. La banca que participa en la colocación ya se lleva su 3% de comisión y otro 2% desde la cantidad inicial prevista hasta los 2.500 millones, que pagará la Generalitat y, por lo tanto, todos los ciudadanos de forma indirecta, compren o no bonos. Mejor comprarlos, por tanto ¿no? Solo las entidades que han decidido no participar están recelosas de producto, que puede robarles clientes en la dura guerra del pasivo que mantienen en la actualidad. Pero seamos prácticos. En estos casos el tema clave es si quien ofrece el rendimiento es solvente. En resumen, si podrá devolvernos el dinero y los intereses. No creo que haya mucha duda al respecto. Difundir lo contrario, aunque no sea imposible que suceda, no es más que propagar rumores muy interesados, política o económicamente. Y, además, en el remoto supuesto de que no pudiera hacer frente a sus obligaciones en el plazo de un año, el Estado es el responsable en última instancia. Y todo esto no es patriotismo, es pragmatismo y ¿por que no?, la legítima persecución de una mayor rentabilidad. Si además se contribuye a que mejoren los servicios de la comunidad en la que uno vive --en el supuesto de que así sea--, pues perfecto.

lunes, 18 de octubre de 2010

Bonos de la Generalitat ¿Por qué no?

En un momento en el que los bancos y las cajas apelan desesperadamente al dinero de los particulares para cuadrar sus cuentas, mediante atractivos depósitos, les ha surgido un potente competidor. Se trata de la Generalitat de Catalunya, que lanzará al mercado una emisión de un mínimo de 1.500 millones de euros, pero que puede llegar a 2.500 millones en bonos al 4,75% con el objetivo de mejorar sus finanzas con ahorro de sus ciudadanos ¿Tan malo es eso? No, en las circunstancias actuales en las que los mercados están cerrados a cal y canto, y más para las comunidades autónomas. Esta operación solo presenta un defecto y no es la elevada retribución que recibirán los suscriptores que, para eso arriesgan sus dineros: la banca se embolsará una comisión del 3%, lo que pueden significar hasta 75 millones de euros a repartir entre los beneficiarios, es decir, entre las entidades financieras participantes en la colocación. Me comentaba hoy un empresario: "Si pudiera comprar directamente la deuda a la Generalitat no me lo pensaría. Es una inversión rentable y segura. Pero no me da la gana de que la banca, esa que nos deniega los créditos, gane esa enorme comisión a mi costa". Seguro que muchos pensarán lo mismo. No me extrañaría que incluso lo piensen los responsables de la Generalitat, que no tienen más remedio que pasar por el aro si quieren que les coloquen sus títulos.......

jueves, 14 de octubre de 2010

Ganancias privadas y pérdidas colectivas

Veamos ¿Se puede considerar que un sistema funciona de forma eficiente si las facturas de los excesos las tienen que pagar terceros? Después del historial de crisis que llevamos, se puede afirmar con rotundidad que los pasivos bancarios son una especie de deuda pública indirecta. No lo digo yo sino Martin Wolf, un analista y columnista del Financial Times que no es precisamente un bolchevique: "El sector bancario privatiza sus ganancias y socializa sus pérdidas cuando son lo suficientemente grandes para que se esfume su capital y a veces incluso antes". Y es así como se ha demostrado después de muchas crisis y los consiguientes rescates con cargo al bolsillo de los contribuyentes. Los primeros interesados en perpetuar este estado de cosas son los banqueros ¿cómo no? Pero es obligación de los representantes de la mayoría --que son muchos más, aunque menos poderosos-- cambiar estas situaciones ¿Acaso se rescata si pensárselo a empresas de otros sectores que caen víctimas de la competencia, de las crisis o de una mala gestión? Ya lo ha dicho en alguna ocasión el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz: "Si una entidad es demasiado grande para quebrar también es demasiado grande para existir".

miércoles, 13 de octubre de 2010

El desequilibrio de intereses entre directivos y accionistas

En principio, los directivos de las empresas deben velar por los intereses de los accionistas, que son los dueños. Pero no siempre es así. O lo es muy pocas veces. Los objetivos de unos y otros tienden a separarse, especialmente cuando la remuneración de los ejecutivos tiende a ligarse a consecuciones a muy corto plazo. El mayor interés de los accionistas radica, en cambio, en el largo plazo. Y no es una cuestión de cifras o de la dimensión de éstas. Como bien dice Nouriel Rubini en su último libro Cómo salimos de ésta (Ediciones Destino. Barcelona, 2010), "el mayor problema de la remuneración no es la cantidad de dinero que interviene, sino la forma en que se estructura y reparte". Es ahí donde se esconde una de las raíces profundas que contribuyeron a desatar la actual crisis. Muchos directivos han velado durante demasiado tiempo por sus propios intereses a corto plazo o, mejor dicho, por su cartera; en lugar de por generar valor para los propietarios de las empesas para las que trabajan. Y ese desequilibrio hay que arreglarlo ¿Cómo? Aunque es importante una formación que en las escuelas de negocios incluya la ética como asignatura relevante también habría que ir pensando en un mayor control de los ejecutivos por parte de los accionistas y ¿por qué no? en una mayor implicación. Tal vez perderían interés por generar valor a muy corto plazo y lo ganarían en obtenerlo a largo plazo si se jugaran buena parte de su dinero como, muchas veces sin saberlo, hacen los accionistas.

sábado, 2 de octubre de 2010

Dolor económico contra la crisis

¿Duele? Pues habrá más. Eso es lo que parece advertir el Fondo Monetario Internacional (FMI) en uno de los capítulos de su último informe de Perspectivas Económicas. Y es que el principal promotor de recetas duras para salir de la crisis avisa de que los recortes presupuetarios que él mismo aconseja producirán más dolor que beneficio a corto plazo en aras a conseguir beneficios en un futuro que parece más bien lejano ¿No es mucho pedir? Muchos de los países que optaron por incumplir los mandatos del FMI superaron mejor sus crisis que los aquellos que siguieron la hoja de ruta de este organismo punto por punto. ¿No sería ya momento de revisar principios que no hace mucho eran como verdades inmutables? Por ejemplo, el liberalismo y el protagonismo sagrado del mercado, que nos ha llevado hasta donde hoy estamos. Hasta los más fervientes defensores del libremercado reclamaron no hace tnato tiempo a los estados un salvavidas para evitar el hundimiento del sistema. Y son hoy esos mismos quienes ahora reprochan a los gobiernos unos endeudamientos excesivos y les exigen recortes drásticos, aun a costa de asfixiar a millones de personas. Y no quieren ni oír hablar de una pequeña tasa sobre las transacciones financieras o cualquier otro tipo de gravamen que reduzca sus beneficios aunque sea en una milésima parte, porque eso volvería a provocar una crisis, dicen. En resumen, que los platos rotos los paguen los demás. Entiendo su perspectiva y más si nadie desde la política, no solo española sino internacional --porque eso solo puede aplicarse se es a escala global--, está dispuesto a plantarles cara: Prefieren que los demás paguen la factura de sus fiestas porque ellos ya se ocupan de cobrar los dividendos cuando la economía funciona. A eso le llamaría yo más bien liberalismo de quita y pon o socialización de pérdidas e individualización de beneficios. Y eso, señor Zapatero, señor Sarkozy y señora Merkel, no hay que consentirlo.