miércoles, 3 de julio de 2013

Certifica y luego échate una siesta

No me considero extremadamente liberal, pero creo en nuestra economía perviven todavía muchos vicios y tics de economía cerrada, basada en los minifundios y reinos de taifas. Me refiero, por ejemplo, a determinadas certificaciones u homologaciones. Para muchos colectivos profesionales contar con el monopolio de estos trabajos supone un auténtico chollo. Un ejemplo: Tenía que renovar una cédula de habitabilidad y el profesional que me hizo el trabajo (un aparejador colegiado que conseguí a través de la corporación profesional correspondiente) cometió varios errores de bulto --la dirección del inmueble, la ley a la que remite, etc, etc.-- . Solo he logrado poner de nuevo en marcha el expediente gracias a los buenos oficios de un funcionario que ha dedicado toda su buena voluntad a solventar el tema. Y lo que es peor: Este empleado público me asegura que son fallos comunes que, por cierto, recaen sobre las espaldas del sufrido consumidor, que al fin y al cabo, es el que está obligado a cumplir con todo lo que se le pide. Seguro que los malos profesionales no son la norma, pero parece que suelen ser una excepción demasiado extendida gracias al amparo de normas y regulaciones anticuadas y excesivamente proteccionistas.Y mientras, el Gobierno no se acaba de atrever a reformar los servicios y los colegios profesionales, algo que tenía previsto hacer durante la primera parte del año. De todas formas no es algo achacable al actual Ejecutivo sino también a los anteriores. Nadie se atreve con los lobis de profesionales y eso que es evidente que hace falta más competencia. No digo que no haya que regular ni supervisar, pero es evidente que hace falta más competencia. Si no, lo más provechoso para los implicados es dedicarse a certificar y luego echarse una siesta, aunque sea lo más dañino para el conjunto de la economía.