miércoles, 23 de abril de 2014

España pierde potencia

No es nada raro. España, o mejor dicho, el sistema eléctrico español, pierde potencia. Por primera vez desde 1990, ejercicio más antiguo del que existen estadísticas fiables, la potencia instalada se reduce con respecto al ejercicio precedente. El año pasado, el total de megawatios (MW) del parque de generación era de 102.308, mientras que al comenzar el presente ejercicio se ha situado en 102.301. Un buen símil de la situación económica de un país que vivió en una burbuja que estalló. Y también un indicador, aunque parezca simbólico, por una parte de que ya hay parques solares fotovoltaicos que paran por falta de rentabilidad o viabilidad y por otra, de que se paralizan otras centrales por falta de demanda. Y eso no es más que el comienzo porque aún veremos más pinchazos de inversiones en energías renovables por los cambios regulatorios del Gobierno y está pendiente la hibernación de ciclos combinados (centrales que queman gas), que apenas superan el 10% de nivel de uso tras un periodo de ingentes inversiones basadas en unas previsiones de demanda con un optimismo excesivo. El ministerio de Industria tiene registradas 69 de este tipo de instalaciones que suponen casi la cuarta parte de toda la potencia instalada. Lo normal es que la potencia instalada crezca de forma gradual y se adapte a las necesidades energéticas del país. Pero es que este no es un país normal. El exceso en la planificación es similar al ocurrido con las autopistas radiales de Madrid, cuya ruina ahora, de un modo u otro, contribuiremos todos a pagar. O con los excesos de la banca o la proliferación de aeropuertos que hoy son monumentos al esperpento. La reducción del parque energético era de prever. No hay demanda para tanta central eléctrica. En los momentos de más consumo no se llega ni a los 41.000 MW, menos de la mitad de todo el parque existente. En el 2007, el año previo al estallido de la crisis, el pico de demanda fue de  45.450 MW y la potencia instalada era de 85.505 MW. Hoy supera los 102.000 MW.¿Es que nadie con dos dedos de frente era capaz de ver que nos estábamos pasando? ¿O es que se seguía invirtiendo en respuesta a intereses muy distintos a la cobertura futura de la demanda energética? Ahora la demanda aún está más alejada del conjunto de la oferta. La paulatina reducción de potencia instalada es consecuencia de un país que se emborrachó con un crecimiento a base de crédito fácil. Y, que conste, que no hemos hecho más que empezar a pagar las facturas de una fiesta en la que no todos participamos, pero cuyos excesos sí que contribuiremos a pagar. Si no, al tiempo. Por el momento, ya pagamos por la potencia contratada hasta un 70% más que un año atrás, la usemos o no...

sábado, 19 de abril de 2014

Con corrupción no hay salida

A ver si lo entendemos. O, algo mucho más importante, que lo comprendan los poderes políticos. Si no se acaba con la corrupción no habrá salida. Y no es que este sea un país más corrupto que otros. El problema es la falta de prevención y, por supuesto, de penalización al corrupto, como advierte Luis Garicano, autor de El dilema de España (Península) ¡Cómo se va a poder construir una economía con bases sólidas si el sistema gira en torno al amiguismo, el enchufismo y alrededor de la práctica de meterse parte o todo el dinero común en el bolsillo propio! Si partimos de que somos más lo que se ve, se opina o se piensa de nosotros que lo que en realidad creemos que somos, poco ayuda a mejorar nuestra imagen que apenas se avence en mejorar la seguridad jurídica y reprimir la corrupción. En todas partes hay prácticas sociales y económicas reprochables, en muchos países. Incluso entre nuestros socios comunitarios. Pero lo que no es de recibo es que apenas se persigan y se castiguen, como sucede en España. O esa es la sensación que da, al menos. Eso es lo que nos diferencia. Y, mientras que no se prevenga y se persiga hasta las últimas consecuencias al corrupto no tendremos solución. De esta forma, la salida de la crisis será al viejo estilo, sin propósitos de enmienda ni reformas del modelo económico e institucional. Y a la espera de que nos lleve el viento, sin mapa ni estrategia y al albur de la próxima crisis.