lunes, 8 de febrero de 2010

Culpables y cómplices de la crisis

Sé que lo que voy a decir puede sorprender. Lo fácil y rápido es echar a la banca toda la culpa de lo que sucede. Es evidente que son unos de los principales responsables, sino los principales, de la debacle financiera que condujo finalmente a una crisis global. Pero no es menos cierto que las cosas se producen no solo por la acción de unos sino también por la omisión de otros. También los reguladores y los gobiernos, que miraron hacia otra parte mientras se hinchaba la burbuja, tienen su parte (importante) de culpa ¿Acaso la búsqueda de los beneficios no es el objetivo de toda empresa en un marco capitalista? Pues también lo es para los bancos. En eso no defraudaron a sus accionistas y, en especial, a sus directivos, que cobraban en función de los resultados obtenidos. El marco de incengivos estaba diseñado en ese sentido. Y nadie decía nada. Lo recuerda el Nobel de Economía Joseph Stiglitz en su último líbro, Freefall (Caída libre). Y no es precisamente una persona que se distinga por las alabanzas a la banca y al funcionamiento actual del sistema financiero. Tal vez otra gallo hubiera cantado si se les hubieran impuesto unas reglas de funcionamiento y de control mucho más rígidas y no se hubieran permitido unos incentivos de resultados tan perversos. Pero, al contrario, todo el mundo hacía la vista gorda cuando la nave económica iba a todo trapo. Nadie quería afrontar la problemática de ralentizar un crecimiento que, pese a resultar excesivo, daba la impresión de riqueza general. Claro que hay culpables de la crisis --desde los bancos hasta las agencias de calificación de riesgos--, pero, no lo olvidemos, también hay cómplices. Ahora es el momento de resolverlo mediante una regulación que redireccione los incentivos y que prime la solvencia. Y no parece que se esté mucho por esa labor.