domingo, 24 de mayo de 2009

Finanzas, engaño y autoengaño

No solo el engaño es el culpable de que nos tomen el pelo con las inversiones. También lo es el autoengaño, el autoconvencimiento de que serán otros los que quedarán atrapados en la caída ya que nosotros, como somos muy listos, nos libraremos del desastre porque detectaremos unos avisos previos. Lo cierto es que esas señales se dan, pero no suelen percibirse con el tiempo suficiente para tomar decisiones y escapar del desastre.
No solo hay que acusar a los vendedores de la última debacle financiera. Eso sería demagocia, lo más fácil. Es cierto que, al vender, acentuaron únicamente los aspectos positivos del producto que pretendían comercializar. ¿Acaso no es lo que hace también los vendedores de coches o de electrodomésticos? En una época de euforia financiera --como en todas las etapas previas al estallido de una burbuja especulativa--, lo fácil es vender. Hay dinero en cantidad y miles de personas dispuestas a apostar con sus ahorros en un casino. Aun no pudiendo acusar a las entidades financieras de engañar al público, sí que se les puede culpar de no advertir de las posibilidades de pérdidas en las inversiones. Eso es lo mínimo que se puede exigir a alguien que asegura que lo primero son los clientes. Así, no les culpo de engaño, sino de aprovechar la ventaja de la información asimétrica de la que siempre disfruta el vendedor y de no asesorar --como afirman que hacen-- sino de vender, vender a toda costa aprovechando la tendencia humana al autoengaño y a emborracharse con la euforia colectiva y el miedo a ser el único que se pierde la fiesta.

martes, 19 de mayo de 2009

Negocio de familia, ¿negocio?

Y surge la duda ¿Es negocio un negocio familiar en los tiempos actuales? La cuestión se planteó ayer durante la presentación de mi último libro, Secretos de familia en Barcelona. La respuesta que dio el profesor Joan M. Amat, experto en la materia y presentador del acto, es que este tipo de empresas tienen futuro siempre que sepan reinventarse. Y yo añado: La prueba es que hay compañías que han superado con nota el difícil momento de la sucesión y que han logrado sobrevivir más allá de la crítica etapa de la tercera generación. En el fondo, es una cuestión de saber adaptarse al entorno. Lo han hecho algunas de ellas de forma exitosa. No es algo invariable que haya que producir y vender el mismo producto durante toda la vida, a no ser que este sea demandado. Las empresas familiares, como el resto, deben estar atentas y ser permeables y flexibles a los cambios. Tampoco es necesario que el primogénito sea indiscutiblemente el que lleve el negocio. Puede que haya otros familiares o profesionales externos mucho mejor preparados. Lo cierto es que no hay verdades absolutas. Cada compañía debe encontrar su propia vía de subsistencia. Eso sí, teniendo en cuenta y mirando de reojo lo que han hecho otros que han prosperado.

Crisis: Nunca aprendemos

Como si fuera algo insólito, inédito. La crisis nos abruma. Como si fuera algo que nunca ha sucedido antes. Pero, nada más lejos de la realidad. Ya lo decía el maestro John Kenneth Galbraith: La memoria financiera no dura más de 20 años. En los últimos tiempos incluso menos ¿Ya nos hemos olvidado acaso de la crisis del Long Term Capital Management (LTCM) en 1998 o de la burbuja de las puntocom en el 2000, de la que no han pasado aún ni 10 años? Es probable que nos encontremos ante la peor de las debacles en los últimos 80 años, pero lo que es seguro, es que no es la primera crisis ni será la última. Cada vez se suceden con más frecuencia como nos recuerda el profesor Niall Ferguson, autor de libros como Dinero y Poder o The Ascent of Money. La historia es una auténtica guía y, al salir de la crisis actual, es probable que estemos cavando los cimientos para la próxima. Así es el capitalismo.