jueves, 23 de mayo de 2013

Balanzas fiscales: la forma y el fondo


Cuando se quieren evitar las cuestiones se introducen variables que las difuminan o enmarañan. Qué hay que solventar una problemática … Pues se crea una comisión. Una fórmula muy española para demorar los temas y esperar a que se desvanezcan con el transcurso del tiempo. Lo mismo sucede con las balanzas fiscales ¿Existe realmente un problema? Pues nos enzarzamos en discutir la forma: ¿Cómo determinarlas? La Generalitat ha hecho públicos sus cálculos que sitúan el déficit fiscal de Catalunya entre el 5,8% y el 8,5% de toda su riqueza en el 2010 –el último dato disponible--, en función del sistema de cálculo que se emplee. Inmediatamente ha sido rebatido, especialmente por quienes niegan la existencia de ese desfase entre lo que Catalunya recibe en forma de gastos e inversiones del Estado y lo que aporta a través de los impuestos que pagan sus ciudadanos. Hay quienes aseguran que, con la Seguridad Social y debido a la crisis y el despegue del paro, el resultado es de superávit. El Govern lo niega y dice que en ese caso el saldo también es negativo, aunque inferior porque responde a derechos y obligaciones individuales, no a la política discrecional del Gobierno central. Por ello, al excluir la Seguridad Social, el déficit se multiplica. Lo esencial para encarar un problema es que todos aquellos que tienen que discutirlo reconozcan que existe y, como no, que se muestren dispuestos a debatirlo y solucionarlo. Ya llegará el momento de consensuar cómo solventarlo o determinarlo. En caso contrario, el debate gira en torno a la forma y otros elementos circunstanciales, pero no sobre el fondo, que es lo importante. Todo ello requiere sobretodo cordura y transparencia, algo de lo que en este país dominando por los especialistas en la táctica y la jugada en busca de réditos inmediatos en lugar de en la estrategia no vamos muy sobrados.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Empresas sin gasolina ni reservas

El Cuarto Diagnóstico Financiero de la Empresa elaborado por la escuela de negocios EADA con el apoyo de la patronal Pimec alarma. Y no solo por la radiografía que ofrece con respecto al año pasado: caída de la facturación del 5%, desplome de la rentabilidad a niveles de los años 90 y por debajo del coste de financiación, estancamiento de la exportación, el 45% de las empresas con pérdidas de explotación --teniendo en cuenta que esta variable no incluye los resultados financieros, el porcentaje seguro que es mucho más elevado--... sino por lo que apunta de cara al futuro más inmediato. Las previsiones para este año son devastadoras. Solo el 13% de las casi 400 pymes consultadas prevén aumentar la plantilla. Sin confianza ni trabajo no hay demanda y, por tanto, tampoco inversión ni empleo. Es un círculovicioso que es preciso romper. Pero ¿quién debe hacerlo? No esperemos ni un céntimo de crédito de la banca, que recorre su particular vía crucis para fortalecer el balance sin medidas disuasorias por parte de los poderes públicos. Y cuando concede financiación lo hace a un precio muy por encima del Euríbor ¿Más consumo privado? Difícil con un paro desorbitado y creciente ¿Más consumo público? Difícil con unas administraciones públicas que están secas y que apenas han acometido una dieta de adelgazamiento sin la que no dejarán de consumir recursos de la forma más improductiva posible. El profesor de finanzas de EADA, Rafael Sambola, que es el autor del mencionado estudio sobre las empresas no ve más salida que los estímulos externos. No es el único que lo dice. Lo han hecho ya muchas voces autorizadas. Sin que Bruselas acometa planes destinados a resucitar la economía y la inversión, las empresas seguirán no solo sin gasolina sino sin reservas, como asegura el secretario general de Pimec, Antoni Cañete y presidente de la Plataforma Multisectorial contra la Morosidad. Por cierto, por si el panorama descrito no fuera suficientemente desolador, las demoras en los pagos siguen siendo un lastre que cuesta a las pymes unos seis millones diarios en gastos financieros, como recordó Sambola.