domingo, 4 de julio de 2010

El dilema entre decidir o esconderse

Alguna vez puede parecer que es mejor no decidir que decidir. Y eso sucede en los momentos complicados. Decidir implica tomar un camino, que puede ser erróneo o no, pero supone desarrollar algo de liderazgo. Eso lo saben muy bien los profesores de IESE, Pablo Maella y Miguel Ángel Ariño, autores de Iceberg a la vista. Ciertamente, lo más cómodo muchas veces parece que es no tomar una decisión. Y sucede tanto en el ámbito empresarial como en el político. En el segundo, incluso más, si cabe. Demorar la decisión, esperar o, sencillamente, dejarla aparcada, parece lo mejor. Es como quitarse los problemas de encima. Supone en realidad esconderse. Y puede parecer acertado desde la óptica de quien tiene la responsabilidad de dirigir. Pero lo cierto es que no decidir también es una decisión. Y, por tanto, también conlleva unas implicaciones que, en el fondo, es lo que pretende evitar quien no hace lo que tiene que hacer, es decir, tomar una decisión. El miedo a equivocarse puede resultar más peligroso que la propia decisión, aunque esta pueda parecer errónea.