martes, 28 de febrero de 2012

De vuelta al pasado

¿Se acuerdan de este billete? Hace 10 años, en 2002, dejó de circular, al igual que las monedas de peseta y el resto, y fueron sustituidas por el euro, con los consiguientes redondeos al alza, muy al alza, claro. Pero hoy, en términos económicos, es como si hubiéramos regresado a ese punto. Aunque lo malo es que no hemos rejuvenecido ni tampoco han perdido fuelle los precios. Tenemos 10 años más sobre nuestras espaldas y muchos miles de millones menos, como recoge este gráfico publicado por The Economist.Y por cierto, la barra de pan, que costaba unas 60 pesetas (unos 40 céntimos) entonces supera el euro (166,386 pesetas) en la actualidad en muchas panaderías. Y lo mismo ha sucedido con otros muchos productos y servicios de la vida diaria. Es verdad que hay países que están mucho peor. Por ejemplo, Grecia que, según estos datos, habría retrocedido al nivel de 1998. Pero mal de muchos o de otros no ha de servir de consuelo. Lo que se avecina es poco halagüeño: Más recortes o más impuestos, con alzas del IVA y los gravámenes que recaen sobre los carburantes, el tabaco y los alcoholes; o una combinación de ambos elementos en un escenario de menor actividad económica y un petróleo que se dispara y encarece muchas variables esenciales del proceso productivo. La resaca de los años de exceso no ha hecho más que empezar. Y, por mucho que la Unión Europea (UE) acceda a rebajar los objetivos de déficit para este año, como espera el Gobierno de Mariano Rajoy, los tiempos seguirán siendo duros. Si no, al tiempo...

sábado, 18 de febrero de 2012

¡Me han robado el iPhone!

El otro día, el representante de una aseguradora me sorprendió al revelar una de las pautas más utilizadas por los defraudadores al reclamar a las compañías.Ya no les han sustraído unas joyas o una cantidad elevada de dinero. En muchos de los partes de robo se incluye un iPhone. El volumen de reclamaciones que lo incluyen es tal que si fuera cierto Apple no daría abasto a producir o bien el precio de su acción no sería de 500 dólares sino mucho más"¿Oiga, y la factura de compra?", se les pregunta cuando presentan la queja. "Es que me lo regalaron" , responden como si de un guión se tratara la mayoría de los que hacen esa petición. "Pues muéstrenos el cargador", reclama el representante de la compañía. "¿Cómo?", responde el cliente. Y hasta aquí llega normalmente la reclamación. Y eso cuando el que reclama no trata de colar cualquier otro dispositivo como válido. Lo preocupante es que no es el algo poco habitual, sino que se propaga como la pólvora. Y más que lo hará con la profundización de la crisis, como lo hace la clásica pregunta "¿Quiere la factura con IVa o sin IVA?"

miércoles, 15 de febrero de 2012

Cobrar por trabajar

Empezaré con una obviedad: El hombre es un animal de costumbres y, desde antiguo, se ha adaptado a cobrar por su trabajo. Lo que percibe está relacionado de forma lo más justa posible, o así debería ser, con lo que hace. He pensado que debía recordarlo ante el escenario que abre la reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy. Probablemente nuestro nivel salarial se encuentra por encima de lo que debería estar dada la situación económica, como también lo está -y muchísimo más-, el de los directivos que nos han llevado al desastre. Lo fácil y la práctica habitual es reducir la plantilla o rebajar el salario para tapar errores o despropósitos de gestión por parte de unos ejecutivos que doblan, triplican o centuplican el salario de aquellos a los que van a despedir a asestar un hachazo en la nómina. De esta forma, quienes llevan los negocios al desastre reciben como premio salvar su silla a costa de financiar con el salario de los subordinados situaciones que ellos han contribuido en gran medida a provocar. Porque, no nos engañemos: exprimirse el cerebro para reducir otros costes o ingeniárselas para obtener nuevos ingresos es más complicado, da mucho más trabajo y no proporciona unos rendimientos inmediatos. Lo fácil es lo otro que, además, carece de penalización e incluso diría que está bien visto, al menos por los mercados. Pero con este tipo de actuaciones de los directivos-manos-tijeras no hacemos más que debilitar a las empresas, que cuando llegue el final de la crisis habrán perdido talento, fortaleza y competitividad. Muchos de los que las dirigen las compañías anteponen el resultado a corto plazo y la palmadita en la espalda de los dueños y accionistas a una visión con mayor perspectiva que, a la larga seguro que dará mejores frutos y mucho más estables. Ya que a los defensores de este sistema perverso les gusta tanto Alemania que miren e imiten los consejos de supervisión y vigilancia que tienen las empresas de ese país, en los que participan también los representantes de los trabajadores. Ni a la canciller alemana Angela Merkel le he oido decir que quiera desmantelar lo que en su día bautizaron como la economía social de mercado ni a sus fanáticos seguidores de la patronal española les he escuchado reclamar su instauración en nuestro país.