miércoles, 14 de octubre de 2015

La asignatura pendiente de la innovación


Mejoramos, pero no suficiente. En este país hablamos mucho de innovación y de economía del conocimiento, pero no acabamos de arrancar.

El Índice Mundial de Innovación 2015, que elabora la Universidad de Cornell, el Insead y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) con el apoyo de AT Kearney, sitúa a España en el puesto 27. Sube, pero no lo suficiente. En cabeza están Suiza, Reino Unido, Suecia , Holanda y EEUU. Y si queremos llegar hasta el puesto número 10 siguen Finlandia, Singapur, Irlanda, Luxemburgo y Dinamarca. En total se examinan 141 economías sobre la base de 79 indicadores.

Aunque en media ocupa el lugar 27, España es la 24 en cuanto a factores de entrada, es decir en todo lo relacionado con la inversión; y el 29 en los de salida, es decir, en todo lo relacionado con el resultado de esa inversión.

Lo más alarmante es que en aspectos como el peso de la educación con repecto al PIB (puesto 59), los beneficios fiscales (60), la facilidad para iniciar un negocio (62) o la estabilidad política (65) no consigue salir del agujero. Existen elemento positivos, como el lugar 12 en investigación académica, pero luego se produce un retroceso en creación de marcas y otros activos intangibles (38) o en la generación de patentes (65). No hay una sola empresa española entre las 100 primeras del mundo en este ámbito. En España se invierte poco en este ámbito, especialmente en el sector privado. Y además no se saca a esa inversión, que ya es inferior a la de los países más desarrollados, el provecho suficiente. Con estos mimbres será difícil ser líder en una de las principales facetas del progreso.

Es cierto que ya hay cada vez más empresas y emprendedores con mentalidad innovadora y con ese pequeño gramo de aventurerismo necesario para avanzar. Pero no basta. Aún son más excepciones que normas. Ni la educación ni la mentalidad están diseñadas para ello. Y poco se avanzará mientras las políticas educativas, uno de los pilares sobre el que hay que edificar la mentalidad innovadora, no se tomen en serio como un factor estratégico y no como una arma política arrojadiza a corto plazo.