viernes, 20 de noviembre de 2015

Independencia con dependencia

No hay duda. Catalunya se encuentra inmersa en un proceso hacia la independencia sin herramientas financieras ni oxígeno en forma de liquidez. Es decir, sea por uno otro motivo, es totalmente dependiente del Estado. Curiosa paradoja.

La resolución secesionista aprobada por Junts pel Sí y la CUP no hizo más generar desconcierto. El Cercle d'Economia, un foro de opinión en el que caben múltiples ideologías, lo acaba de constatar: o estabilidad o elecciones, ha reclamado. Incluso ha alertado de que la actual situación retiene la inversión e incluso provoca huídas de sedes empresariales o puede incluso aumentarlas. Uno de los últimos ejemplos, aunque los implicados lo hayan desvinculado del proceso soberanista, es la cadena hotelera Derby, de la familia Clos, cuyo patriarca es, a su vez presidente del Gremio de Hoteleros de Barcelona.  

Y en este contexto, el Gobierno central trata de que se visualice aún más la pobre situación financiera de de las arcas de la Generalitat. No solo es propietaria de más del 50% de la deuda catalana sino que esa proporción se encamina ya a cerca de 60 de cada 100 euros de pasivo. Y ahora además impone nuevas condiciones para abrir la espita del oxígeno.

Es evidente que el sistema de financiación autonómica, que en su día llegó a defender incluso la antigua CiU, no es la mejor de las herramientas para disponer de los recursos que se requieren, pero tampoco la gestión del Govern ha sido la mejor.

El primer Ejecutivo de Artur Mas se encontró con una deuda que apenas llegaba a 30.000 millones de euros tras dos legislaturas de tripartito, y en la actualidad, cuando una parte de lo que era CiU se ha integrado en Junts pel Sí y aún no hay un Govern constituído, se acerca a los 70.000 millones después de dos minilegislaturas convergentes ('minis' porque en ninguno de los dos periodos ha llegado a los cuatro años). Y eso después de ser uno de los gobiernos más aplicados en aplicar recortes, especialmente entre el 2010 y el 2012.

El Gobierno central parece poco dispuesto a emprender un camino de diálogo, que claman incluso algunos de los más críticos con el proceso independentista. Y menos a un mes de unas elecciones generales. Como acreedor enseña sus músculos. Pero, tampoco el Ejecutivo catalán en funciones está en disposición de dar lecciones ni de coherencia ni de gestión ¿Resultado? Elecciones el 20-D y, en función del resultado, posiblemente otras en Catalunya poco después.