miércoles, 12 de noviembre de 2008

Mundo en pasivo

Asumámoslo. Tras años de excesos en unos mercados financieros desregulados, supervisores cortos de vista o maliciosamente ciegos y codicia, avaria y afán desmedido de lucro, tenemos un mundo en el que debemos más de lo que tenemos. Una balanza decantada fuertemente hacia el lado del pasivo. Este es el resultado de pervertir unos derivados financieros con elevado apalancamiento --endeudamiento--, diseñados en su día para la transferencia eficiente de riesgos y, en cambio, empleados como vía de ganancia barata y rápida ¿El resultado? Una crisis que costará un mínimo de tres billones de euros a escala mundial, si no más. Una cifra: el valor de los contatos de credit default swaps (CDS), instrumentos diseñados para cubrir la eventualidad de impago de rendimientos de deuda y convertidos en los últimos años en otro activo negociable en los mercados, superó el año pasado el valor del conjunto del producto interior bruto (PIB), es decir el valor de todo lo que se produce en el planeta en todo un año. Ante estas circunstancias estamos ante el necesario replanteamiento de las reglas de juego. No esperemos que lo solventen los líderes del G-20 en la cumbre que celebrarán en Washington este sábado 15 de noviembre, pero es al menos un paso, una constatación de que algo hay que hacer. Seguro que algunas normas, ale menos contable, cambiarán para hacer más llevadero el necesario proceso de reducción global de endedamiento. Un empresario comentaba el otro día que se ha acabado la era del EBITDA --resultados de explotación-- en las cuentas de la compañías y que recuperaremos la sana admiración por el beneficio como fruto de la resta entre los ingresos y los gastos. Seguro que será así durante un temporada, la suficiente hasta olvidarse de las penurias actuales para sucumbir ante los nuevos cantos de sirena del dinero rápido que, con toda probabilidad, regresarán. Si no, tiempo al tiempo.