martes, 16 de marzo de 2010

Capitalismo de opereta

Nadie es perfecto, ni seguramente tiene por qué serlo. Ni siquiera los empresarios, por supuesto. Tienen todo el derecho del mundo a equivocarse, a cometer errores e incluso a quebrar. Pero lo del presidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, tiene miga. Y no hablo solo de la intervención y liquidación de su aseguradora Mercurio o del cierre de Air Comet, que también; si no de su forma de pensar, de lo que representa. Es un hombre que en el momento álgido de la crisis llegó a pedir que se abriera un paréntesis en el libre mercado -seguramente pensaba en un periodo de ayudas con el dinero de todos para remontar y luego volver a ganar dinero y, claro, posteriormente no repartirlo-. Este es el líder de los empresarios. Me consta que la mayoría de quienes se consideran como tales no están muy cómodos con este representante, con ese expotente del capitalismo de opereta. Así no hay quien construya un nuevo modelo productivo como el que este país reclama a voz en grito ¿Por qué no chillan de una vez los empresarios de verdad, aquellos que se juegan realmente su dinero, los emprendedores, aquellos que generan empleo y que apuestan, no con el dinero de todos, si no con su propia inventiva, capacidad de esfuerzo e iniciativa? Probablemente es porque se dedican a trabajar, a sus labores. Pero ya va siendo hora de que estos se involucren, se comprometan y rompan, en la medida de lo posible, la que un día el expresidente del Gobierno, Felipe González -ya se sabe que los políticos solo dicen lo que piensan cuando están jubilados- denominó la "torta corporativa" nacida de la connivencia entre los representantes políticos, sindicales y empresariales. A esta responsabilizó de la esclerosis global que, a su juicio, padece no solo España sino toda Europa. Y algo de eso debe haber ¿Nadie es capaz de alzar la voz, y no para cantar una opereta, si no una buena aria de ópera? Cantantes tenemos, pero ¡son tan discretos!