miércoles, 22 de julio de 2009

Economía ficción

Hace unos días que me pregunto qué sucederá cuando se agoten los 8.000 millones de Plan E destinados a obras públicas. Probablemente --y así se ha anunciado-- habrá otro plan similar. Apenas hay rincón de las ciudades y pueblos españoles en el que no haya vallas, aceras levantadas y obras, muchas obras. Es evidente que este plan del Gobierno ha dado empleo a muchas personas que, de no ser por este, estarían en el paro. En momentos de caída de la actividad es obligación de los poderes públicos estimular la actividad para que se pueda salir de la crisis. Pero ¿no la estamos estimulando en exceso? Es decir, ¿no estamos generando una actividad que, en el fondo, es ficticia y que está destinada a enmascarar la realidad por un tiempo? Veremos. Lo lógico es que a esta actividad forzada le releve otra que surja de la iniciativa privada y, para eso, la banca tiene que ponerse las pilas y empezar a abrir el grifo del crédito y a destinar parte del dinero que les confiamos en dar oxígeno a la economía. Eso sí, con todas las prudencias y cautelas de las que se olvidaron cuando otorgaban alegremente hipotecas en la etapa de bonanza. Está muy bien que entre todos, a través de los impeustos que pagamos, insuflemos actividad a la economía mediante la inversión pública. Lo contrario sería un delito de inacción por parte del Gobierno. Pero eso debe ser temporal. Los ciudadanos no somos los banqueros de la economía. A eso ya hay otras instituciones, los bancos y cajas, que se dedican profesionalmente aunque en la actualidad no lo parezca. El próximo frente de batalla debe ser invitarles y, si es necesario, forzarles, a que cumplan con su cometido. Y eso solo lo pueden hacer los gobiernos y los supervisores bancarios. El resto suficiente tenemos con quejarnos.