martes, 2 de febrero de 2010

Lo desable y lo posible en economía

Hay una gran diferencia entre lo deseable y lo posible. El Fondo Monetario Internacional (FMI), como en su día ya dijo también el Nobel de Economía Paul Krugman, afirma que lo que España tendría que hacer es bajar los salarios entre el 15% y el 20% para adaptarse a su nueva realidad. Así ganaría competitividad. Será un principio científico. No lo dudo. También lo es que retrasar la edad de jubilación abarata la factura de la Seguridad Social o que aún la reduce más hacer desaparecer las prestaciones públicas. Pero, señores defensores del liberalismo a ultranza --sí, sí, esos que, cuando se desató la crisis defendieron que había que salvar a la banca con el dinero de todos-- una cosa es lo deseable y otra lo posible. Los libros y las pizarras lo aguantan todo, pero la realidad es más bien compleja. Está formada por sociedades con individuos y colectivos variopintos y con muy distintos intereses. También parecía infalible el Long Term Capital Management (LTCM), un fondo altamente especulativo del que formaban parte dos premios Nobel de Economía. La teoría en la que se basaba era indiscutible, pero tropezó con un inconveniente: la realidad, de la que forman parte variables imprevisibles como fue, en ese caso, la crisis de la deuda rusa que provocó el colapso de ese invento tan perfecto de antemano. Pues lo mismo sucede con las grandes reformas económicas: la teoría no tiene en cuenta más que lo deseable. Lo más hábil, creo yo, es una buena combinación que tenga también en cuenta lo posible. Y eso solo se logra con propuestas consensuadas y negociadas con todos los agentes sociales. Eso sí, con mucha responsabilidad por parte de todos y también, por supuesto, con muy poca demagogia.