lunes, 20 de junio de 2011

Agencias incalificables

Si queremos empezar a sanear el funcionamiento del capitalismo no hay que modificar solo las normas del mercado laboral. A lo mejor ni siquiera es tan necesario ¿Qué pasa con las agencias de calificación de riesgos como Moody's, Standard & Poor's y Fitch? ¿Acaso no son culpables o deberían ser penalizadas de alguna manera? Una vez desplegada la catástrofe financiera en toda su plenitud, aquellos que dieron la mejor nota a activos que luego resultaron ser una auténtica basura, se van de rositas. Cuando se les exigieron responsabilidades se limitaron a argumentar que ellos solo emiten opiniones. Pues vaya! Las mías no ensalzan o hacen caer empresas o países con tanta facilidad como las suyas y si cometo un error puedo sufrir consecuencias peores que las que pueden afectar a estas agencias. De todo el mundo es conocido que sus ingresos crecían más cuantos más activos sofisticados calificaban para vender los inversores. Evidentemente, siempre que les impusieran el marchamo de máxima calidad ¿Acaso les interesaba analizar lo que, en teoría, valoraban? Creo que no. Es como cuando a la policía se la incentiva por el número de multas que impone, es decir, no por la calidad, sino por la cantidad. Un incentivo pervertido de origen. Si cuando emitían una de sus opiniones apenas habían analizado lo que valoraban, mal; y si conocían o intuían los detalles pero no los tenían en cuenta, aún peor. Seguro que si tuvieran que avalar, aunque fuera una pequeña parte de cada uno de los valores que califican, su trabajo sería más riguroso. Creo que esa podría ser una buena propuesta ¿no?

lunes, 6 de junio de 2011

Sanidad de peaje

Nadie puede negar a Catalunya haber sido la pionera en imponer peajes en las autopistas en España. Fue una forma de tener unas infraestructuras que, de lo contrario, o no se hubieran tenido nunca o se hubiera tenido que esperar mucho tiempo para disfrutarlas. Ahora, el gobierno que encabeza Artur Mas se plantea permitir que las aseguradoras puedan usar la instalaciones de la red pública del Institut Català de Salut (ICS) para desarrollar sus actividades --acambio de unas tarifas, se entiende-- Lo que puede parecer una medida para aumentar ingresos en periodo de penuria tiene una trascendencia mucho mayor. Por un lado, puede afectar al negocio de las propias aseguradoras y no digamos a las clínicas privadas. Muchos de sus clientes se preguntarán: ¿Por qué contratar una póliza para que me traten en un hospital público si ya puedo utilizarlo igualmente sin pagar un extra? Pero ese no es el mayor problema. La red pública tiene listas de espera ¿Acaso quienes contraten un seguro privado se las podrán saltar? Si es así, la cuestión roza la injusticia y el escándalo mayúsculo, pues quien no tenga seguro privado tendrá que esperar el tiempo que se le asigne, que pueden ser muchos meses. En cambio, quien contrate una de estas pólizas será atendido más rápidamente en las mismas instalaciones en las que, de no tener ese contrato, debería esperarse. El Govern de la Generalitat tiene que aclarar muy bien cómo piensa desarrollar y poner en marcha esa medida integrada en el anteproyecto de la denominada ley omnibús para racionalizar la administración pública. Si no lo hace, el omnibús se puede convertir en un verdadero misil, por no decir en una bomba atómica.

jueves, 2 de junio de 2011

Norte, sur y pepinos

Bien, pues parece que los pepinos españoles no tienen la culpa Y ¿ahora qué? No solo los productores españoles sino el conjunto del país, por la parte que le corresponde de los ingresos por exportaciones, se ve afectado. Seguramente el patriotismo y el nacionalismo económico, que tienen tantas vertientes peligrosas, no son la única respuesta. Pero Alemania tiene que aclarar el tema e incluso contribuir a resolver el entuerto que ha provocado. Aunque sea más poderosa económicamente y aunque pueda dar muchas lecciones en algunos terrenos, el electoralismo de Angela Merkel, que le hace tomar decisiones pensando esencialmente en las urnas, no debe empañar el buen juicio y dominar completamente las decisiones de la Unión Europea. Si la alarma inicial fue fruto del error, mal. Y si fue parte de un recurso fácil del poderoso vecino del norte contra el desastroso colega del sur, peor. El incidente, que ya veremos si acaba con una merecida compensación al sector español, no es más que el reflejo de una Europa que es una cuando se trata de que circulen mercancías --y si son alemanas, mejor-- pero que son muchas y distintas cuando están de por medio los intereses.