domingo, 4 de octubre de 2009

Madoff, Millet y otros síntomas


No sé muy bien cómo definirlos. Bueno, evidentemente al margen de las calificaciones penales que merecen, claro. Bernard Madoff, protagonista de la mayor estafa de la historia de EEUU; y Fèlix Millet, el expresidente del Orfeó Català y la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música que, en breve, será citado a declarar por el juez a propósito de la supuesta red de desvío de fondos que montó, son, ante todo, síntomas. Son síntomas de una enfermedad, de un deterioro del capitalismo que requiere reflexión. Tal vez como el que analizaba John Kenneth Galbraith en su ensayo La economía del fraude inocente. Una sociedad en la que el fraude, a gran escala y de guante blanco, claro; pasa a ser percibido más como una habilidad que un delito. Pues bien, no hay fraude ni engaño inocente, o al menos no debería haberlo. Ni Madoff ni Millet son, en el fondo, algo inédito, pero sí una advertencia de que los excesos de las etapas de vacas gordas conducen a abusos y a una cultura del todo vale y de la impunidad de unos pocos frente al estupor de unos muchos. Y, rebobinemos, volvamos al principio: No todo vale, por mucho apellido que tenga uno. No hay engaño inocente ni timo benevolente. Solo hay fraude, engaño y timo. Pero, como decía, tras una época de excesos y bonanza extrema con personajes de este tipo hay que preguntarse también si son solo ellos los culpables ¿Nadie más sabía nada de lo que estaban haciendo ni lo intuía? ¿Ni el supervisor bursátil en EEUU? ¿Ni las Administraciones, socias del Palau a través de un consorcio, ni tampoco algunos de los amigos de Millet, ni conocidos y allegados de la alta burguesía? ¿Nadie en absoluto? ¡Pues que buenos controles que tenemos! Sabemos o empezamos a saber quiénes son los culpables directos de las fechorías, pero también deberíamos llegar a saber quiénes fueron encubridores, cómplices por acción u omisión e incluso si hubo otros beneficiarios del desvío de fondos en el caso del Palau, sean personas físicas o jurídicas, partidos por ejemplo. Ese sería el primer paso, si no para erradicar totalmente esta enfermedad del capitalismo, sí para reducir o acotar su expansión. Pero, no sé, no sé...