lunes, 26 de enero de 2009

Menos salario, pero con futuro

Ya hay muchas voces favorables a recortar los salarios, es decir, a ajustarlos a un menor nivel de vida general que se ha producido como consecuencia de la crisis. Entre ellos está el actual premio Nobel de Economía, Paul Krugman. Pero ¿es esa la solución? Ante la posibilidad de quedarse sin empleo, mejor cobrar menos, pero tener trabajo se plantean algunos. Pero rebajar los sueldos no es tan fácil. Todo el mundo adapta su tren de vida a lo que ingresa mensualmente y desandar ese camino es ciertamente complejo. No obstante, ¿qué es mejor, quedarse sin empleo? Visto así... Estoy convencido de que, ante unos planes industriales y de futuro serios, los trabajadores están dispuestos a asumir sacrificios. Eso sí, siempre que lo hagan también quienes tienen por encima. Por ello es necesario que los directivos se ajusten el cinturón los primeros, que prediquen con el ejemplo, igual que los propietarios y accionistas, quienes tienen también que adaptarse a un clima de depresión. Luego, si es que presentan planes de futuro meditados, pensados, analizados... ya habrá tiempo de discutir con la plantaillas la parte de sacrificio que le corresponde a cada uno. Ya se sabe, todo tiene un precio, una contraprestación. Nadie otorga a cambio de nada. Y no digamos si se trata de congelar o rebajar el salario.

viernes, 23 de enero de 2009

¿Es la responsabilidad social corporativa una moda?

Vivimos una crisis muy dura. Es en estos momentos en los que se podrá ver si la responsabilidad social corporativa (RSC) es solo una moda o si se trata de una tendencia. Probablemente será más un gancho comercial o promocional para algunas compañías, pero para otras es un elemento que ha calado hondo y que form parte de su estructura. Son tiempos de restricciones y de hacer malabarismos con el dinero. Las empresas que realmente crean en esta forma de ver y gestionar y que la hayan introducido en su ADN --no solo en forma de departamento que se dedica a a organizar determinados actos o practicar determinadas donaciones-- seguirán por este camino, pese a las estrecheces. Ya ereá una parte consustancial de las mismas. Las que utilizaban la RSC para promocionarse en tiempos de abundancia recortarán en este capítulo, como lo harán en otros muchos que ven como accesorios. Pero deberán tener cuidado porque esta filosofía ya está muy implantada, también en la mentalidad de los empleados, de los proveedores y de los clientes. Una buena RSC debe contar también con los trabajadores y los demás agentes que envuelven a la compañía. Mala RSC será si, a la primera de cambio, se opta por despedir plantilla, pero también si practica el impago como instrumento de financiación o se deja de informar claramente a los accionistas por temor a las repercusiones bursátiles. Solo los que hayan entendido y asumido la RSC real, es decir, aquellos que la hayan integrado en su estructrura interna, seguirán por esta senda y, más tarde o más temprano, serán recompensados.

viernes, 9 de enero de 2009

¿Innovan las eléctricas?

Para caminar hacia un nuevo sistema energético menos dependiente de los combustibles fósiles como el petróleo o el gas con el objetivo de frenar los efectos de la contaminación sobre el clima hace falta innovación. Eso significa dedicar ingentes esfuerzos humanos y económicos a mejorar las energías renovables y otras fuentes que puedan surgir, así como a profundizar en las redes inteligentes o las fórmulas para capturar el dióxido de carbono emitido por las centrales eléctricas convencionales, entre otras actividades.
Pero las cifras son crueles y nos muestran, una vez más, que las novedades revolucionarias no suelen provenir de los sectores o las industrias establecidas --recordemos a Apple, una compañía tecnológica que revolucionó la industria discográfica o a Amazon que transformó la venta por internet de libros y luego de otros productos o lo sucedido con las cámaras fotográficas, segmento en el que dominan nuevos actores que previenen del campo tecnológico --. La historia parece que vuelve a repetrise. Las compañías eléctricas españolas dedican unos 120 millones de euros a estos menesteres, la décima parte de lo que aporta el conjunto del sector --desde fabricantes de equipos hasta las universidades-- y el 0,66% de sus ingresos totales, según detalla un estudio promovido por la patronal eléctrica, Unesa. Suena a poco y más bien a nada si se compara con el PIB (apenas supone unas centésimas del mismo). El panorama no es más halagüeño en EEUU, donde este esfuerzo supone apenas el 0,11% del PIB. Como asegura irónicamente Thomas L. Friedman en su último libro Hot, flat and crowded, esa cifra apenas da para unas suscripciones a Scientific American y es inferior incluso a la que dedica a la innovación la industria estadounidense de los alimentos para animales. Japón se sitúa en cabeza con el 0,44% del PIB, una proporción cuatro veces mayor. Eso sí que es estar atento a lo nuevo.
Probablemente las grandes novedades vendrán de Asia o tal vez de otra zona, pero casi seguro que serán sectores distintos a la industria eléctrica e incluso inesperados --como lo pueden ser los productores de baterías en el campo de los automóviles limpios-- Y es que esto ya parece irremediable: las grandes innovaciones surgen de industrias nuevas o modestas, no de las establecidas, que suelen focalizar sus esfuerzos en conservar lo que ya tienen y en dinamitar los movimientos que les incomodan. Lo conté también en algunos de mis libros, como Sucedió en Wall Street. Y todo apunta a que volverá a suceder y que Acciona, Gamesa u otras tomarán el relevo, a no ser que alguna eléctrica tradicional tome nota y se apresure a redoblar sus esfuerzos de innovación como ya han hecho en el campo de los vehículos limpios algunos fabricantes de coches.