
Las autoridades alemanas se han volcado en la búsqueda de indicios y pruebas contra un monumental fraude fiscal protagonizado por personas ricas y que consistía en llevarse dinero al vecino Liechtenstein para evitar el pago de impuestos. La medida, que persigue ser ejemplarizante, surge después de que el consejero delegado de Deutsche Telekom, Klaus Zumwinkel, se viera forzado a dimitir al descubrirse que había evadido impuestos. ¿Cuál es la novedad? ¿Que los ricos pagan menos de lo que debieran? ¿Que se les descubre? ¿Que se actúa contra ello? Creo que más bien es la última de la preguntas. No es habitual que se actúe con tanta contundencia contra las personas más poderosas. Bienvenido sea, siempre que no se trate solo de una medida de cara a la galería. Además --que quede claro-- no siempre ser rico es sinónimo de defraudador. Lo que sí es cierto es que las personas con más recursos cuentan con mayores posiblidades --incluso dentro de la legalidad-- de pagar menos. El problema surge cuando no les basta y recurren a los métodos oscuros, como parece que es el caso. Seguramente si Klaus Zumwinkel hubiera temido o intuido la posibilidad de acabar como ha acabado se habría abstenido de cometer un delito. Acabar con la sensación de impunidad con la que cuentan algunos es esencial para que un estado pueda considerarse justo. De lo contrario ¿para qué sirven las leyes y las normas? Todo el mundo debe someterse a ellas y nadie debe estar por encima de las mismas. No hay billetera repleta que pueda solucionarlo. O, al menos, no debería haberla.
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