El 29-S ya ha pasado. Cada actor ha hecho su papel en esta costosa obra de teatro ¿Se puede hablar de ganadores y perdedores? Dicho así, creo que no. Creo que no es un triunfo paralizar lo que ya se daba por paralizable --aquellos ámbitos en los que los sindicatos tienen mayor poder de convicción o coacción-- ¿Conclusión? Una huelga estilo pataleta que poco ha de servir para corregir los problemas que tiene el mercado laboral español, como seguramente tampoco los solventará la reforma aprobada no solo por el Gobierno sino por el Congreso de los Diputados. Y que tampoco nos sacará de la crisis, por supuesto. Una vez que las centrales sindicales mayoritarias se han justificado ante unas bases y unos asalariados y autónomos desconcertados, atónicos y cabreados, con cierta condescendencia por parte del Gobierno, ha de llegar el siguiente acto de esta monumental función: pactar alguna medida de calado en la que también tienen que participar los empresarios, pero los de verdad, una patronal renovada, más creíble. No hay que olvidar que tanto los sindicatos como los patronos son en cierta medida corresponsables de la situación en la que nos encontramos, tras unos años de silencios y cierta connivencia con la política del Gobierno. Llegados al punto actual, seguro que el desenlace de esta función llegará tras el capítulo de la huelga. El país y sus más de cuatro millones de espectadores que actúan en forma de parados, lo necesitan, créanme.
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